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  • La izquierda lumpen cosecha lo que siembra

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    No se conoce revolución política que no haya sido dirigida por elites intelectuales cultivadas en conocimientos sociológicos y filosóficos. Buena parte de ellos provenientes de la alta sociedad, nobles, burgueses y pequeño-burgueses, críticos de las realidades angustiosas y lacerantes  que les tocó presenciar y que se formaron en universidades a las que nunca ingresaron gentes del pueblo.

    Veo en la realidad de la Colombia actual gobernada por un movimiento que dice y quiere hacer un cambio profundo del país, es decir, una revolución con la que el presidente Petro pretende justificar el desconocimiento de la Constitución de 1991apoyado en su falsa y socorrida veneración por el “pueblo”.

    ¿Me pregunto si es eso lo que queda en el campo revolucionario de las izquierdas colombianas? No tengo una respuesta para todo lo que se puede ver y decir, pero, es evidente que el agrupamiento creado alrededor de Petro y su camarilla no cuenta con el sector formado en la academia, que acredita arrestos teóricos, que escriben textos de gran acogida en círculos universitarios, algunos vinculados a la acción política y otros a la educativa. Algunos fueron eliminados por grupos de extrema derecha otros por los de extrema izquierda, otros más están ya cruzando la fase de la despedida.

    Entre ellos figuran destacados y muy numerosos investigadores que desde distintas vertientes del marxismo publicaron estudios sobre la realidad y los grandes problemas nacionales. No citaré a nadie por motivos ajenos a esta columna y porque no quiero cometer una injusticia reduciéndolos a una frase o a un adjetivo. No es mi estilo. Fui parte de ese ambiente tanto como líder sindical como investigador hace ya muchos años. Hoy, gracias a luchas conmigo mismo, al conocimiento de la historia seria, a los acontecimientos ocurridos en el mundo capitalista y sobre todo en el comunista, pienso de otra forma que, quienes me conocieron como profesor en la Universidad Nacional saben que no fue algo repentino ni mediado por intereses oportunistas.

    Quiero referirme entonces, a esa grieta profunda estructurada por Gustavo Petro en la que se puede apreciar de su lado, seguro que con contadas excepciones, un variopinto conjunto de dirigentes políticos que se caracteriza por su pobreza intelectual y su ambición por apropiarse del erario, y, del otro, por lo que hemos dado en llamar, con criterio muy democrático, la izquierda democrática o decente, que la hay aunque con ella se mantenga una profunda distancia acerca del que hacer sobre el presente y el futuro de la humanidad.

    El movimiento gestado por Gustavo Petro en el Pacto Histórico, es una alianza de partiditos, movimientos y personajes aventureros carentes de principios morales, propios de otras épocas, que sobresalen por sus conductas aberrantes, en particular, por su desbordada ambición de corte egoísta (se supone que revolucionarios de izquierda no se deben dejar llevar por ansias de riqueza) por el dinero oficial, el erario, y por nombramientos sin el cumplimiento de méritos.

    Estos comportamientos inmorales ampliamente conocidos sobre los que no reaccionan con estupor ni muestran arrepentimiento es lo que nos lleva a calificar el gobierno actual, a quien lo preside y a quienes lo apoyan en distintos escenarios, como una derivación lumpen de la izquierda.

    Petro, su máximo exponente y líder, ha reconocido la influencia que en su forma de pensar y actuar proviene del filósofo italiano Antonio Negri uno de los intelectuales creador de las teorías deconstructivas, que le dieron el réquiem al capitalismo, a la Modernidad y a la cultura Occidental bajo la convicción de estar asistiendo al parto de la supuesta nueva era de la Posmodernidad.

    En esas influencias mezcladas y quizás no muy bien leídas, en las que los revolucionarios se inspiran para derrocar el “sistema” apelando a la multitud, a la masa, al “pueblo” del que se consideran únicos y máximos voceros e intérpretes, cabe el método de la “acción directa”, recordemos el proyecto insurreccional de 2021, la violencia contra bienes públicos, la humillación de los símbolos patrios, la retórica llena de insultos y amenazas a sus rivales, la exhibición de viejas banderas guerrilleras y de la muerte, la afectación de la separación de poderes, el cuestionamiento de todo el orden vigente, la generación de una atmósfera de inseguridad y caos, el debilitamiento de las fuerzas armadas, la guerra cultural inspirada en el marxista italiano Antonio Gramsci, etc.

    Las movidas de Petro ya no solo se concretan en la firma del decreto que convoca una consulta popular sino que amenaza con una asamblea constituyente en caso de que fracase la anterior.  Para darle sustento jurídico  a estos proyectos, Petro se ha rodeado de personajes cuestionados, oportunistas de toda laya, ricachones, contratistas poderosos, ladrones del erario, gritones, viciosos, drogadictos y alcohólicos en el que pueden tener sus espacios los teóricos del terrorismo y del atentado individual.

    Petro puso en marcha, como revolucionario aplicado que es, el paso más osado que haya dado en llevar su proyecto revolucionario socialista bolivariano hasta las últimas consecuencias. El recurso a la violencia no falta como lo pudimos ver en 2021. En ese explosivo cóctel o caldo de cultivo, considero a título de hipótesis  que se pudo inspirar el atentado contra el senador y candidato presidencial Miguel Uribe Turbay.  

    Sus recientes intervenciones públicas en Bogotá y Cali donde exhibió la bandera de la muerte y amenazó a los congresistas con borrarlos de la historia nacional si seguían oponiéndose a sus proyectos confirman esa probabilidad.

    Eso, sumado a los consuetudinarios llamados y alertas al “pueblo”, a los “indígenas”, a los “maestros” para que salgan a las calles a defender su “obra y sus proyectos” a los que se opone la “oligarquía” y los “nazis de Colombia, es el caldo de cultivo en el que emerge la violencia de la primera línea y el terrorismo individual.

    Darío Acevedo Carmona, 15 de junio de 2025