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corrupción

  • La izquierda lumpen cosecha lo que siembra

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    No se conoce revolución política que no haya sido dirigida por elites intelectuales cultivadas en conocimientos sociológicos y filosóficos. Buena parte de ellos provenientes de la alta sociedad, nobles, burgueses y pequeño-burgueses, críticos de las realidades angustiosas y lacerantes  que les tocó presenciar y que se formaron en universidades a las que nunca ingresaron gentes del pueblo.

    Veo en la realidad de la Colombia actual gobernada por un movimiento que dice y quiere hacer un cambio profundo del país, es decir, una revolución con la que el presidente Petro pretende justificar el desconocimiento de la Constitución de 1991apoyado en su falsa y socorrida veneración por el “pueblo”.

    ¿Me pregunto si es eso lo que queda en el campo revolucionario de las izquierdas colombianas? No tengo una respuesta para todo lo que se puede ver y decir, pero, es evidente que el agrupamiento creado alrededor de Petro y su camarilla no cuenta con el sector formado en la academia, que acredita arrestos teóricos, que escriben textos de gran acogida en círculos universitarios, algunos vinculados a la acción política y otros a la educativa. Algunos fueron eliminados por grupos de extrema derecha otros por los de extrema izquierda, otros más están ya cruzando la fase de la despedida.

    Entre ellos figuran destacados y muy numerosos investigadores que desde distintas vertientes del marxismo publicaron estudios sobre la realidad y los grandes problemas nacionales. No citaré a nadie por motivos ajenos a esta columna y porque no quiero cometer una injusticia reduciéndolos a una frase o a un adjetivo. No es mi estilo. Fui parte de ese ambiente tanto como líder sindical como investigador hace ya muchos años. Hoy, gracias a luchas conmigo mismo, al conocimiento de la historia seria, a los acontecimientos ocurridos en el mundo capitalista y sobre todo en el comunista, pienso de otra forma que, quienes me conocieron como profesor en la Universidad Nacional saben que no fue algo repentino ni mediado por intereses oportunistas.

    Quiero referirme entonces, a esa grieta profunda estructurada por Gustavo Petro en la que se puede apreciar de su lado, seguro que con contadas excepciones, un variopinto conjunto de dirigentes políticos que se caracteriza por su pobreza intelectual y su ambición por apropiarse del erario, y, del otro, por lo que hemos dado en llamar, con criterio muy democrático, la izquierda democrática o decente, que la hay aunque con ella se mantenga una profunda distancia acerca del que hacer sobre el presente y el futuro de la humanidad.

    El movimiento gestado por Gustavo Petro en el Pacto Histórico, es una alianza de partiditos, movimientos y personajes aventureros carentes de principios morales, propios de otras épocas, que sobresalen por sus conductas aberrantes, en particular, por su desbordada ambición de corte egoísta (se supone que revolucionarios de izquierda no se deben dejar llevar por ansias de riqueza) por el dinero oficial, el erario, y por nombramientos sin el cumplimiento de méritos.

    Estos comportamientos inmorales ampliamente conocidos sobre los que no reaccionan con estupor ni muestran arrepentimiento es lo que nos lleva a calificar el gobierno actual, a quien lo preside y a quienes lo apoyan en distintos escenarios, como una derivación lumpen de la izquierda.

    Petro, su máximo exponente y líder, ha reconocido la influencia que en su forma de pensar y actuar proviene del filósofo italiano Antonio Negri uno de los intelectuales creador de las teorías deconstructivas, que le dieron el réquiem al capitalismo, a la Modernidad y a la cultura Occidental bajo la convicción de estar asistiendo al parto de la supuesta nueva era de la Posmodernidad.

    En esas influencias mezcladas y quizás no muy bien leídas, en las que los revolucionarios se inspiran para derrocar el “sistema” apelando a la multitud, a la masa, al “pueblo” del que se consideran únicos y máximos voceros e intérpretes, cabe el método de la “acción directa”, recordemos el proyecto insurreccional de 2021, la violencia contra bienes públicos, la humillación de los símbolos patrios, la retórica llena de insultos y amenazas a sus rivales, la exhibición de viejas banderas guerrilleras y de la muerte, la afectación de la separación de poderes, el cuestionamiento de todo el orden vigente, la generación de una atmósfera de inseguridad y caos, el debilitamiento de las fuerzas armadas, la guerra cultural inspirada en el marxista italiano Antonio Gramsci, etc.

    Las movidas de Petro ya no solo se concretan en la firma del decreto que convoca una consulta popular sino que amenaza con una asamblea constituyente en caso de que fracase la anterior.  Para darle sustento jurídico  a estos proyectos, Petro se ha rodeado de personajes cuestionados, oportunistas de toda laya, ricachones, contratistas poderosos, ladrones del erario, gritones, viciosos, drogadictos y alcohólicos en el que pueden tener sus espacios los teóricos del terrorismo y del atentado individual.

    Petro puso en marcha, como revolucionario aplicado que es, el paso más osado que haya dado en llevar su proyecto revolucionario socialista bolivariano hasta las últimas consecuencias. El recurso a la violencia no falta como lo pudimos ver en 2021. En ese explosivo cóctel o caldo de cultivo, considero a título de hipótesis  que se pudo inspirar el atentado contra el senador y candidato presidencial Miguel Uribe Turbay.  

    Sus recientes intervenciones públicas en Bogotá y Cali donde exhibió la bandera de la muerte y amenazó a los congresistas con borrarlos de la historia nacional si seguían oponiéndose a sus proyectos confirman esa probabilidad.

    Eso, sumado a los consuetudinarios llamados y alertas al “pueblo”, a los “indígenas”, a los “maestros” para que salgan a las calles a defender su “obra y sus proyectos” a los que se opone la “oligarquía” y los “nazis de Colombia, es el caldo de cultivo en el que emerge la violencia de la primera línea y el terrorismo individual.

    Darío Acevedo Carmona, 15 de junio de 2025

  • La corrupción no conoce linderos de clase o tendencia política

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    No hay razón válida ya sea para estigmatizar per se a una determinada corriente política o a una clase o sector social o para autodefinirse de impoluto por una u otra condición. Con esto quiero decir que cada situación de corrupción pública en la que se vean comprometidos un gobierno o un partido político, debe ser valorada usando la mayor precisión y concreción.

    En un artículo sobre la corrupción del actual gobierno español que leí en las redes por estos días, observé que el comentarista se refería al contraste del gobierno de Pedro Sánchez, sumido en varios escándalos de inmoralidad en el manejo de recursos del erario en que están involucrados familiares y miembros  de su partido y de otros de la coalición, con respecto a la corrección que caracterizó el ejercicio gubernamental de Felipe González y el Partido Socialista Obrero Español.

    Viene a mi memoria una declaración que se le atribuyó a Carlos Gaviria Díaz durante su campaña presidencial en el 2006 cuando habría afirmado que ser de izquierda era incompatible con ser corrupto y que quien lo fuere, entonces, no podía ser de izquierda. En otras palabras, la izquierda es inmaculada y en sí misma, impoluta porque en su filosofía prima la idea del altruismo y no la del egoísmo que subyace en la derecha y en el sistema capitalista, lo cual nos llevaría al exabrupto de igualar un delito con una actividad económica de toda la existencia humana de la que se obtienen ganancias a través de la producción y el intercambio.

    Quisiera pues insistir en la idea de que la corrupción en el manejo de los bienes y riquezas públicas, en el otorgamiento de contratos y en el nombramiento de cargos de responsabilidad, es asunto en el que pueden incurrir dolosamente gobiernos y partidos de cualquier tendencia.

    En la historia mundial encontramos ejemplos de regímenes y gobiernos que siendo dictatoriales y represivos o democrático-liberales, no cayeron en la tentación de la corrupción. Nadie podría, por ejemplo señalar de acciones corruptas por parte Lenin, Stalin, o de Churchil y F. D. Roosevelt, aunque sí de gobernantes como Fidel Castro y sus hijos, Hugo Chávez, Maduro, Cabello, Lula, Color de Melo, y una buena tanda de dictadores procapitalistas latinoamericanos.

    ¿Por qué estas reflexiones y qué tan útiles pueden ser para referirnos al gobierno de Gustavo Petro? La razón está a la vista y es potente e incuestionable, el gobierno que él preside, las decisiones que él ha tomado y lo que ha sucedido tienen el signo de la corrupción: nombramientos de altos cargos sin cumplimiento de requisitos, de ministros involucrados en manejo indelicado de recursos del erario, trampas, engaños, “mermelada”, maletines repletos de dinero, ministros, familiares, entre otros, que dan para calificar su gestión como envuelta en casos de corrupción en grado superlativo.

    Aunque lentamente en algunos episodios, los órganos judiciales y de control avanzan en investigaciones que arrojan luces sobre el carácter abrumador del fenómeno delincuencial. De poco le ha servido al gobierno y a sus apoyos en el Congreso a manera de disculpa cada vez más desgastada, relacionar el problema con lo ocurrido en anteriores gobiernos tratando de justificar y evadir su propia responsabilidad

    Además del daño a la sociedad, a las instituciones, a la convivencia, a la imagen de la política, la corrupción del gobierno Petro ha extendido sus efectos perversos de destrucción a los distintos movimientos que hacen parte de la coalición oficialista del Pacto Histórico que a pesar de la evidencia del mal, sostienen su apoyo y lealtad con el mandatario como si para sus líderes fuera lo mismo ser corrupto que ser empresario o en versión de cinismo puro y duro, como si ser revolucionario, de izquierdas y o comunistas constituyera una patente de corso para hacer y deshacer a su antojo puesto que de lo que trataría una revolución es de demoler todo el sistema o el edificio de la vieja sociedad esclavizante, tan malo, que nada de él es salvable.

    Las implicaciones para la gobernabilidad del presidente Petro son desastrosas en cuanto ese orden y esa institucionalidad que atropellan y se proponen demoler es el de una democracia que, entre otras cosas, le permitió a él y a sus aliados alcanzar el gobierno por la vía democrática de las elecciones.

    En síntesis Petro y sus amigos y aliados, quizás en un alarde de poder y egoísmo, están haciendo esfuerzos para hacer ver a la izquierda colombiana como una fuerza corrupta, arribista y egoísta, algo que no fueron Lucho Garzón ni Angelino Garzón ni muchos otros líderes y académicos y gentes del común.

    Darío Acevedo Carmona, 8 de junio de 2025

  • La revolución lumpen del gobierno petrista

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    Definición del término “lumpen” por la Real Academia de la lengua Española: “Sector social más bajo del proletariado desprovisto de conciencia de clase” Y según el Diccionario Panhispánico del español jurídico: “Grupo social que atenta sin ningún tipo de principios contra la seguridad de los individuos o colectividades, bajo un ánimo rapaz y delincuencial”.

    Aunque una revolución se caracteriza por el desconocimiento del orden vigente por la violación de las leyes y su reemplazo por otras, y que todo lo que en ella ocurre se da en un ambiente de destrucción, derrocamiento, violencia y caos, pero, no todo lo que se hace es válido ni moral ni filosóficamente. Hay un límite, digamos, una línea que no debe ser burlada por los protagonistas del cambio radical. Esto es de curso aplicable a todo tipo de revoluciones, en particular, a las que han tenido lugar desde fines del siglo XVIII hasta el presente.

    Esto quiere decir, al margen de opiniones y las valoraciones, que los líderes de las revoluciones actúan  con base en un programa y en unas ideas con las cuales se edificaría el nuevo orden social y que en tal sentido, no todo está permitido en el marco de una revolución. También puede indicarnos que los humanos a lo largo de su existencia han forjado un ethos, una moral común no explícita. Se que esto es muy polémico, pero, en un nivel muy asociado al instinto de supervivencia y conservación de la especie, ese algo existe. A título de ejemplo, y a pesar de lo depredadores que han sido los pueblos en sus guerras, hoy en día, ese algo común se puede apreciar en que se haya evitado una guerra mundial con armas nucleares.

    En otros tópicos también, como es la diferencia aceptada por todos los países en acoger los postulados de los Derechos Humanos, que no es poca cosa, y en algo que florece en los conflictos internos, a saber, la diferencia entre el delito político y el delito común que permite establecer la diferencia entre la motivación altruista y la egoísta o particular.

    Conductas como la tierra arrasada, el fusilamiento de personas fuera de combate, la tortura, la violencia sexual, la retención forzada o secuestro, la afectación de bienes civiles esenciales, el reclutamiento de menores entre otras, están prohibidas y pueden ser investigadas y castigadas por tribunales internacionales.

    Pero hay otro conjunto de hechos delictivos que sin constituir crímenes de guerra  son vistos como eventos de degradación moral o lumpen realizados por los militantes de movimientos o grupos de poder político, cliques, personas que ostentan poder y que lo usan con fines inaceptables y ajenos a los códigos de cualquier nación o de una revolución.

    En el ámbito de las revoluciones comunistas del siglo XX, el delito común o conducta lúmpen es aquella que devela una degeneración de las virtudes del ciudadano o del revolucionario o comunista, consistente en servir a la causa colectiva, el altruismo, la justicia proletaria, es lo que al menos se predica en su retórica. Por ejemplo el robo si se realiza con fines de enriquecimiento individual es sucio, diferente al que se hace para financiar operaciones y necesidades logísticas del movimiento donde se califica de delito político. Violar a otras personas, malversar fondos estatales o comunes para la guerra o de partidas del nuevo estado por parte de funcionarios o personas con fines de lucro personal. Para decirlo en términos más simples, delitos comunes de inspiración egoísta, es decir, en los que prima el lucro personal, no pueden ser calificadas como delito político ante las leyes revolucionarias ni ante las del orden que se quiere derribar.

    Y no son estas preocupaciones o actitudes las que estamos observando en el proceder de movimientos que actúan bajo la cobertura de un discurso supuestamente edificante, como son los casos de Chávez y Maduro en Venezuela, Ortega en Nicaragua, Los Kirchner en Argentina y Petro en Colombia.

    No me refiero a los crímenes de guerra y de lesa humanidad cometidos en el marco de conflictos armados sino de los delitos de tipo moral ordinario que responden al interés individual o grupal que se cometen para beneficio propio. Entre ellos el robo de bienes públicos o privados, el narcotráfico, los relativos al amplio campo de la corrupción: coimas, nepotismo, prevaricato, concierto para delinquir, trata de blancas, etc.

    Cuando estas conductas son la cara de un gobierno, su sello, es decir, cuando se está ante una situación en la que florecen esos delitos y la justicia o no existe o es insuficiente o es cómplice o es ineficaz en combatirlos, y se cometen  a ojos vistas y de manera continua y sistemática se configura entonces un régimen corrupto o lumpen.

    Es lo que estamos presenciando en los países y sus gobernantes citados. Arruinaron a Venezuela, se robaron enterita a PDVSA, enriquecieron a sus familias allá y en Argentina, en Cuba solo hay miseria general mientras la clique comunista, en particular los altos mandos castristas acumulan fortunas y en Colombia no hay día o semana en que no conozcamos un escándalo de corrupción, muchos de los cuales pretenden ser obscurecidos o encortinados por el presidente Petro, quien a su vez, él mismo y su entorno familiar, sus funcionarios de confianza: ministros, embajadores, gerentes de empresas del estado y otros altos cargos, se han visto envueltos en conductas de delincuencia común. 

    Por eso es válido, entonces, caracterizar a esos gobiernos y a sus mandos centrales como gobiernos lumpen comunistas en tanto incurren en conductas degradadas contra su propia lógica moral.

    Darío Acevedo Carmona, 12 de abril de 2025

  • El trío maligno

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    El trío Petro, Sarabia, Benedetti renace de las cenizas y quiere imponerle al país su tóxica agenda: enredar a la oposición en debates de gran intensidad como los de la legalización de la cocaína y la convocatoria a una consulta popular que, dadas las circunstancias, supone un enfrentamiento profundo y peligroso para la democracia en cuanto revela el viejo anhelo autoritario y golpista de Petro de eliminar el Congreso. 

    De paso, este trío cumple la función de cortina con la que se busca ocultar y sepultar la oceánica corrupción del gobierno central y sus apoyos políticos. Ya casi ni se menciona el gran robo de los recursos para La Guajira desde la UNGRD, pasa a segundo plano el desvío de billones de pesos de la salud a paraísos fiscales. Ya se normalizó el retorno del cerebro del mal a un alto cargo de estado.

    Petro nos entretiene lanzando pompas de jabón como su idea del trabajo como actividad que destruye la naturaleza. La Justicia cada vez más lenta y manipulada en favor del Ejecutivo.

    El voraz trío devora sin compasión y con desenfreno todo tipo de obstáculos y límites que la democracia obliga. Allana el terreno generando un monumental caos que servirá de excusa a su siniestro plan dictatorial.

    La metodología ya ha sido ensayada con éxito en Venezuela y Nicaragua. En su favor han causado la desarticulación de las fuerzas opositoras y convertido una parte de ellas en moneda de cambio.

    El panorama no puede ser más preocupante, los que defendemos la democracia y las libertades estamos a la defensiva, dispersos y atolondrados. El trío del mal impone su agenda ante una opinión que solo atina al día a día y sin horizonte profundo. La tienen clara, marcan la iniciativa y el orden del día.

    Para acabar de ajustar, les favorece la lentitud de los Órganos de control. Los procesos sobre la aberrante y galopante corrupción de un gobierno lumpenezco, no avanzan. Es visible el temor en algunos y complicidad en otros como la fiscalía y la comisión de acusaciones de la Cámara.

    Y como joya de la corona pretenden sacar del ruedo político a su rival más claro y contundente, el expresidente Uribe, sometido a un montaje orquestado por el mamertismo. Condenar y encarcelar al expresidente Uribe es ya, se puede afirmar sin dudarlo, un objetivo de estado. El trío que gobierna a Colombia es eficaz en hacer el mal, en destruir lo que está bien y encarcelar anular a la oposición.

    Estamos retados, de nuevo suenan los clarines de advertencia, o nos unimos o perecemos.

    La fiera acorralada lanza sus más audaces ataques. Petro tiene miedo y siente pasos de animal grande: posible destitución (art 109 CN) por exceder topes de campaña presidencial, quiebra del sistema de salud, desviación de billones de pesos de la EPS del estado a paraiso fiscal islas Caimán, Robo recursos a a la Guajira desde la UNGRD, nombramiento de personas con prontuario o sin cumplimiento de requisitos en altos cargos públicos, apoyos del "papá Pitufo", juicio contra el hijo criado por él, ataques a las Cortes y al Congreso, grave afectación a la separación de poderes, debilitamiento de la Fuerza Pública, incitación al "pueblo" a protestar a las calles (no está entre sus funciones), incitar el odio de clases, apología de la violencia guerrillera, estigmatizar a empresarios y personas adineradas, etc., todo a la vez, le causa profundo temor, y es por eso que recurre a desesperadas medidas: amenazar el país con una Consulta, para desviar la atención sobre ese derrumbe que se le vino encima.

    Coda: Llamada urgente a la Corte Constitucional a la Corte Suprema a la Procuraduría a la Contraloría a las Fuerzas Armadas a la Policía, el deber de todas es defender la Constitución, proteger a la ciudadanía y salvaguardar los bienes públicos de todo aquel que, independiente del cargo o rango, incite al desorden y use dineros públicos para tomarse las calles y realizar actos de violencia y vandalismo.

    Darío Acevedo Carmona, marzo de 2025

  • Petro con el sol a sus espaldas (Selección de trinos en X)

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    1.¿Será que a Petro, a quien le gusta tanto calificar a sus críticos de "nazi", le empieza suceder lo mismo que al nazi mayor (Hitler) cuando, ante su inminente derrota y derrumbe total, sus camaradas y sus generales de confianza, como el que acabamos de leer, abandonan el barco y se bañan sus culpas con detergente?

    Este Congreso de la República tiene dos opciones frente al desastre de Petro: 1. No hacer nada y ser cómplice de la debacle. 2. Juzgarlo y destituirlo y pasar a la historia como el salvador de la democracia.

    10 feb. 2025, Visualizaciones 3.556

    2. El gobierno Petro es como el barco que hace agua porque todos sus componentes están podridos. No es por culpa de Uribe ni de las Fuerzas Armadas. Tampoco es por culpa del imperialismo yanqui ni de la Corte Constitucional ni de la Corte Suprema o del Consejo de Estado.

    No es responsable la dispersa y confusa Oposición ni los Medios ni el clero ni la oligarquía. Creo que ya queda suficientemente claro que el gran destructor es el propio gobierno.

    Petro y su núcleo duro de incondicionales e ineptos se están autodestruyendo. La rampante corrupción los corroe como un ácido.

    Perjudican el país el capitán del barco, ministros que no saben hablar pero si destrozar como el de Defensa, el de Salud, la de Trabajo, los que no ejecutan el presupuesto, los que nada hacen, los que aprovechan para meter sus angurrientas manos en nombramientos y recursos.

    La caricatura del coronel Aureliano Buendía es víctima del chantaje de Sarabia y Benedetti. Es tan putrefacto el ambiente que hasta la Vicepresidente expresa su enojo y la de Ambiente se pone digna.

    El barco naufraga o el edificio cae a pedazos, y no queda sino esperar si sus moradores se van a inmolar o serán sacados del derrumbe antes de que todo se dé por perdido.

    5 feb. 2025, 1.003  Visualizaciones

    3. De los problemas más graves que he detectado en el gobierno Petro, es el que tiene que ver con el sentido de lo que dicen el propio presidente y el ministro de Defensa. La impresión es que no logran expresarse y enredan el orden de las palabras o estas se usan inadecuadamente.

    Muy grave en ambos personajes por la alta y delicada responsabilidad de los cargos que ejercen. De la que se ha llamado verborrea o verborragia de Petro ya se ha hablado con suficiencia.

    Pero del MinDefensa poco, siendo como es el jefe de la seguridad y de las tropas, el que debe relacionarse con los oficiales y comandantes de fuerza. No es que sufra de dislexia o afasia u otro problema de articulación mecánica, sino, y lo digo a título de hipótesis, de Apraxia. Como no soy fonoaudiólogo ni neurólogo, busqué (como recomienda el eterno candidato Fajardo) en Google y esto encontré

    "El hipérbaton es una figura de dicción consistente en la alteración del orden usual de las palabras de un enunciado... a diferencia de la anástrofe y la tmesis, la alteración del orden usual de las palabras de un enunciado se debe a la intercalación, en el seno de una unidad sintáctica, de elementos que no forman parte de la misma. Esta intercalación provoca asimismo la dislocación de los constituyentes del sintagma y la ruptura de las relaciones de contigüidad... La apraxia adquirida del habla puede ocurrir a cualquier edad, aunque generalmente afecta a los adultos."

    Un ejemplo: Qué tal una orden así dicha: Señores generales, tienen Uds. el deber, en el marco de la seguridad, de comprender como yo se los doy a entender, que, los colombianos, para la eficacia, del proceder que en Uds. esperan, cuando a la acción se dedican..."

    Yo lo llamaría: un enredajo.

    Demasiado peligroso, además se le nota la lentitud al hablar, lo que le hace perder oportunidad, coherencia y precisión a lo que quiere expresar. (Mientras da la orden de disparar, al soldado), mientras da la orden al soldado de disparar al enemigo, lo dan de baja.

    O esto que dijo Iván Velásquez en el reciente sainete televisivo sobre la operación en El Plateado Cauca: "“el gobierno no ha entrado a El Plateado porque no ha habido una decisión articulada del gobierno”.

    6 feb. 2025, 250 Visualizaciones

    4. Ver para creer, hasta ahora Petro parecía invencible. Muy eficaz para tapar sus errores, sus metidas de patas, sus escándalos de corrupción, escalonando cada episodio con otro.

    Daba la impresión de ser un gran escapista, huía hasta de su propia sombra.

    Pero, a Petro le ocurre lo que a los marranos, les llega tarde que temprano su diciembre.

    De su propia creación, con el show o reality del 4 de febrero, Consejo de Ministros en vivo por todos  los canales y en horario AAA, quedó al desnudo ante el “pueblo”.

    No tiene cómo ni con qué tapar su condición de “secuestrado” según expresión de Francisco José Lloreda. Nombrar en altos cargos de estado a dos personas tan cuestionadas como la Sarabia y Benedetti solo puede ser realidad porque le guardan un secreto o un inmenso “tapado”, es el precio no de la lealtad sino el costo del silencio.

    7 de febrero de 2025, 251 Visualizaciones

    Darío Acevedo Carmona, febrero de 2025

  • Por la revolución hasta la dictadura y corrupción

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    Por la revolución hasta la dictadura y corrupción

    No debe caber duda sobre la tendencia, ya inexorable, hacia la dictadura que pretende imponer en Colombia el presidente Petro. Las señales son contundentes, que vea el que quiera ver. En esta columna me detendré en dos o tres temas que así nos lo revelan: la evidente alianza con el mundo delincuencial, la corrupción y la reforma a la salud.

    Desde su campaña por la presidencia, Petro empezó a tejer una estrategia para asegurar el triunfo. Esta era la tercera y definitiva aspiración por la presidencia. Poco importaba si el plan conducía hacia una declinación de objetivos y principios o al menos pasar por encima de ellos.

    En reuniones con sus asesores, su hermano y personas de confianza, se llegó a la conclusión de que no se podía perder esta oportunidad y que, si era necesario, habría que sacrificar coherencia y lealtad a sus viejas banderas ideológicas. Más importante que los dogmas es la victoria costare lo que costare.

    Tal diseño se concretó en campaña y luego desde presidencia. Petro le reduce intensidad a su brutal tradición retórica sobre el modelo, la oligarquía, la vieja política, el paramilitarismo y las mafias y los disolventes discursos apocalípticos, con el fin de ganar votos en sectores de indecisos.

    En el tema de corrupción, por ejemplo, los colombianos supimos del “pacto de La Picota” gestionado por su hermano Juan Fernando y por su amigo, hoy Alto Consejero para la Paz, Danilo Rueda, del que surge en forma de consigna la idea del “perdón social” y la “reconciliación nacional” en el marco de su política “paz total”.

    En apariencia, Petro transmitía a la ciudadanía uno de los ejes de su propuesta de “Paz total” con el que, en aras de ese gran anhelo nacional, es necesario tomar decisiones dolorosas y hasta contrarias a la justicia. Ese burladero quedó instalado desde las negociaciones de Santos con las Farc. Pero, y eso no fue lo que se descubrió de inmediato, dicho “pacto” supuso un acuerdo con el bajo mundo, con el lumpen, con los jefes de bandas, clanes y grupos ilegales, para que le hicieran campaña en sus zonas de influencia y a cambio, él, ya presidente, impulsaría su proyecto de perdón que los pondría en libertad.

    Esto significaba, ni más ni menos, hacer lo mismo que tanto les criticó a los políticos tradicionales que se aliaron con frentes  paramilitares para obtener votos, la “parapolítica”, y por el cual decenas de dirigentes que sucumbieron a ese apoyo, terminaron enjuiciados por la justicia condenados a cárcel y a pagar multas, a pedir perdón y a resarcir a las víctimas.

    Estamos ante una reedición de aquello que condenaba con toda su energía el entonces congresista Gustavo Petro, con el agravante de que hoy, ya como presidente, lo hace con ropaje de paz, de legalidad, de reconciliación. Las negociaciones de paz con los paramilitares en Santafé de Ralito decía, era una negociación de “yo con yo”. Petro va más lejos pagándoles su apoyo electoral al atraerlos hacia su “paz total” que quiere decir: no más cárcel, designación como gestores de paz, pago a asesinos para que dejen de matar, no persecución al narcotráfico, estatus político, protección oficial, silencio sobre ingreso de dineros ilegales a su campaña entre otros beneficios. Todo porque lo importante por encima de la ley, la constitución, el honor, la ética, los principios, la coherencia, del pudor, del respeto a la democracia, era ganar la presidencia.

    Se ha llegado tan lejos en esta política, (en cuyas sombras se distinguen tres personajes siniestros con “gestas” en pro de la impunidad, del debilitamiento de la Fuerza Pública y de la normalización del delito: los ministros de Defensa, de Justicia y de Relaciones Exteriores) que estamos ante la claudicación de nuestro estado, ese estado atacado con total fiereza por Petro y la extrema izquierda, que ahora en sus manos les brinda estatus político a grupos de connotados criminales comunes y mafiosos borrando de esa forma la diferencia insuperable entre el delito político y el delito común, bandera muy apreciada por las guerrillas colombianas.

    Avanza a pasos de gigante en la táctica leninista de destrucción del estado burgués, del Ejército que lo sostiene y de su falsa justicia

    Otro asunto que descubre de un todo y por todo la calaña dictatorial e irrespetuosa de la separación de poderes por parte de Petro es la burla que trata de llevar a cabo con la reforma a la salud. El chantaje económico a las EPS para arruinarlas a punta de impagos para que ellas, como “en el juego de dominó” terminen de fracasar y entonces, el estado, su nuevo estado socialista, asuma esas funciones, burlándose de cualquier intento del Congreso si negara su ruinosa reforma.

    Estamos ante un presidente camorrero, arbitrario, que no admite el equilibrio de poderes. Vendrá luego el chantaje contra la Justicia con amenazas de reducción de su presupuesto si no se hace lo que él propone.

    Y para cerrar, por ahora, sus alianzas con sectores de “la vieja y tradicional política” para ganar la gobernabilidad que nuestra democracia en franca lid no le dio. Traiciona también su retórica demagógica, convierte el gobierno y la gobernabilidad en una piñata: reparte embajadas, ministerios, viceministerios, nombra personas de dudosa reputación moral o en líos con la justicia o carentes de mérito, sostiene tesis que causan desconcierto y pánico económico, lleva a Ecopetrol a la quiebra, ataca a los empresarios, a los medios y le escurre el bulto a la muy presumible recepción de dineros ilícitos en su campaña.

    Con toda razón se puede decir que hoy Colombia enfrenta la más delicada crisis institucional desatada por un presidente que se comporta como le da la gana, irrespetuoso de la institucionalidad, del orden y la economía. Nos invita a lo imposible: reconciliarnos con el crimen como si todos fuéramos criminales.

    Darío Acevedo Carmona, 27 de agosto de 2023