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  • Lo que diga el Centro de Memoria de aquí en adelante siempre será controversial: Darío Acevedo

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    ‘Lo que diga el Centro de Memoria de aquí en adelante siempre será controversial’: Darío Acevedo´

    Santiago A. de Narváez - Mayo 10, 2019, El Pacifista

    Cerca de tres meses lleva Darío Acevedo en su cargo como Director del Centro de Memoria Histórica. Asegura que “no ha venido a establecer una nueva verdad”.

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    Darío Acevedo sabía que asumir como director del Centro de Memoria Histórica (CNMH) no iba a ser fácil. Cuando sonó su nombre para el cargo saltaron las alarmas en muchos sectores de la opinión pública. Se sabía que Acevedo –historiador y profesor universitario– había sido un fuerte crítico del proceso de paz con las Farc y del papel de instituciones como el propio CNMH en relación a la verdad y la memoria.

    Quien concentra la narración pública es el Estado. Y la llegada de un gobierno uribista suponía una lucha por el control y la distribución de los relatos en torno a lo que nos ha pasado como país en los últimos 60 años. Era poco probable que el nuevo gobierno dejara en sus cargos a quienes habían puesto en práctica una determinada política de la verdad y de la memoria desde hacía casi diez años, con el gobierno Santos. Y el CNMH no iba a estar por fuera de esta disputa.

    En las semanas previas a su nombramiento, Acevedo dio entrevistas a los medios en la que dejaba ver su posición –política, ideológica– frente a la historia reciente de este país. “Aunque la ley de víctimas dice que lo vivido fue un conflicto armado, eso no puede convertirse en una verdad oficial”, le dijo a un diario paisa.

    Para algunos, el sólo hecho de poner en duda que en Colombia hubo un conflicto armado era razón suficiente para deslegitimar su aspiración al cargo como director del Centro. Esa institución nació con el mandato de la Ley 1448 de 2011, o Ley de víctimas, que establecía que en Colombia hubo, en efecto, un conflicto armado interno.

    Y era –cuando menos– inquietante que quien aspiraba a dirigir esa entidad dijera que era controversial que en Colombia hubo conflicto armado.

    (Pero es que la pelea política que estamos viviendo hoy es la lucha por cómo contamos nuestra historia reciente. Es la lucha por cómo nos entendemos como sociedad. Es, como se lo dijo hace unos meses a ¡Pacifista! el profesor Iván Orozco, “la demostración de que la pelea por las narrativas en Colombia está siendo una pelea a muerte. A mi juicio, la creencia, por parte de unos, de que no ha habido un conflicto armado en Colombia; y la creencia de otros en el sentido de que sí lo hay, es el punto de partida más poderoso y más radical en términos de construcciones narrativas que hay en este momento en el país”).

    Acevedo fue el tercero en la fila para ocupar el cargo y el que finalmente se quedó con el puesto. Han pasado cerca de tres meses desde su llegada y, como lo contamos previamente, ya se sabe qué rumbo tomará esa entidad en el futuro.

    No es un secreto que Acevedo haya hablado en términos duros sobre el proceso de paz con las Farc. Se refirió en su momento sobre los Acuerdos de La Habana como una “negociación claudicante”. Sin embargo, Acevedo ha dicho que sus opiniones personales y políticas no interferirán con su trabajo profesional. Y es apenas normal que alguien afín a las políticas del gobierno entrante asuma la dirección de una institución como el Centro. Lo que –desde esta humilde y calva opinión– juzgo complicado es que se puedan dejar de lado las opiniones personales a la hora de asumir un cargo público. Como si uno pudiera desvestirse de su ideología a la hora de entrar a trabajar para volversela a investir a las seis de la tarde.

    Aunque se reconoce a sí mismo como uribista, quizás el cambio más significativo a la hora de asumir la dirección del Centro tenga que ver con su forma de entender la verdad y la historia (¿la Historia?). El 29 de abril, en una reunión frente a los trabajadores y contratistas del CNMH dijo que “no había venido a establecer una nueva verdad, nosotros no somos una fábrica de verdades”. Y “la memoria de las víctimas no le corresponde exclusivamente al Centro”. Esta visión entronca con la nueva política del Centro de abrir las investigaciones de construcción para la memoria a Colciencias.

    Hablamos con él. Nos recibió en la sede actual del Centro de Memoria, junto al Parque Nacional, en una tarde atípica para este invierno que no quiere terminar.

    Aquí la entrevista:

    ***

    Este es el primer año en el que el CNMH no participó en la Feria del libro, ¿por qué?

    Yo realmente no sé cuántas veces participaron como centro en la Feria del libro…

    Todos los años…

    ¿Todos los años? Lo lógico es que este año también hubiéramos estado entonces, porque eso corresponde programarlo desde el año anterior. Cuando llegamos aquí, desde el 21 de febrero, había muchas cosas que no estaban programadas, había mucha firma de contratos, de contratos de prestación de servicios. Por ejemplo, el operador logístico no estaba firmado y eso nos ha causado problemas de viajes. Y la gente cree que nosotros los hemos negado. De eso no recibimos información. Eso hay que contratarlo antes.

    En una reunión de abril, usted hablaba de unos cambios importantes y uno de ellos tiene que ver con la Dirección de Acuerdos a la Verdad. ¿Por qué acelerar la finalización de esa dirección si había presupuesto hasta 2021 y hay una serie de informes pendientes sobre distintos bloques de la AUC? ¿Por qué acortar el tiempo a la tercera parte?

    Yo le voy a explicar el principio que hemos aplicado en las distintas direcciones: todo lo que ha empezado y está en marcha, se concluye. Acuerdos de la Verdad fue un agregado que se le hizo al Centro que era de otra ley, la Ley de Justicia y Paz. Entonces se le hace un certificado a los paramilitares de base para garantizarles su libertad condicional. Eso tiene un número, 18.000. En principio se nos informó que faltaban 5.000. Hicimos los cálculos de que podíamos terminar a mediados del año entrante. Parece que está más cerquita del final que nunca antes. Hay una segunda parte que es la de informes: hacen un trabajo que presentan contexto de la organización a la que pertenecen los investigados. Siempre se hace una reseña de fecha de formación, de integrantes, de jefes.

    En la elaboración de estos informes que todavía no se han hecho, pero que están en proceso, ¿se van a seguir haciendo con la misma ‘rigurosidad’ y metodología que se ha hecho con los informes previos? ¿De buscar el esclarecimiento de por qué surgieron estos bloques? Se lo pregunto porque estuve hablando con Álvaro Villarraga, director saliente de Acuerdos de la Verdad, y él decía que aunque se hicieran estos informes, con el tiempo tan restringido que ahora se tenía en mente, que esos informes sólo serían de tipo descriptivo y no interpretativo como lo pide el decreto que reglamenta Acuerdos de la Verdad: de esclarecimiento de qué fue lo que pasó con la fundación de estos bloques. Entiendo que los informes se van a llevar a cabo, pero ¿se van a seguir haciendo de la misma manera?

    Bueno pero si se van a seguir haciendo las cosas de la misma manera entonces no tiene sentido que yo esté aquí.

    ¿Entonces la respuesta sería no?

    Obviamente. Hay cosas. Puede haber modificaciones, correcciones, ajustes. Por ejemplo, si uno detecta el uso de juicios de valor –que es muy común en este tipo de trabajos– de sesgos, de afirmaciones temerarias, hay que tomar distancias con eso. Yo, por ejemplo, no promovería informes de esa naturaleza. Ni para un lado ni para el otro. Yo me comprometí, al llegar acá, a hacer un trabajo profesional. No neutral, esa palabra no cabe. Ni neutral, ni comprometida. Sino que es un trabajo profesional: construir los insumos que en materia de memoria requiere este país, que los investigadores hagan investigaciones profundas y exhaustivas de carácter interpretativo.

    Todas las fotos por: Juan Esteban Quintero

     

    ¿De carácter interpretativo?

    Claro. Aquí ya llegó el primer informe que mandamos a jurados, tres tomos sobre el Magdalena Medio; los paramilitares del Magdalena Medio fueron muy fuertes, cometieron muchas masacres. Se hizo el trabajo de firma y de contexto. ¿Qué se hacía antes acá? Se le mandaba a la gente de acá del Centro. ¿Qué hicimos nosotros? Algo de transparencia: enviarlo a expertos.

    ¿Cuáles son los expertos?

    La gente que está trabajando en la universidad, que tiene experticia, que ha sido analista en el tema, que ha trabajado en institutos políticos. Pero no de funcionarios nuestros. Eso ya lo corregí. Eso es transparencia.

    Hay que entender que el Centro entra en función de cierre y se transforma en Museo. Y muchos de nuestros productos van para el Museo. Entonces si se va achicando, puede que vayan dos o tres proyectos en curso, eso no necesitará de una Dirección.

    Volviendo al tema de los juicios de valor, usted decía que el equipo esta seleccionado con criterios profesionales, ni ideológicos, ni políticos. ¿En qué medida uno puede decir que las discusiones sobre la historia, la memoria y la verdad no están atravesadas por la ideología?

    Pues hombre, es inevitable que uno como ciudadano pueda tener inclinaciones políticas, que a mí me guste un partido, que tenga cierta tendencia ideológica. Lo que he usado yo acá en la vinculación del equipo directivo, es que a la gente que he traído no les he preguntado qué pensamiento tienen, sino que se les mira su hoja de vida, si tienen la calificación que exige la ley. Segundo, no se les hace preguntas en las entrevistas de carácter ideológico, político, religioso, o sexual. ¿Cierto? Es lo que manda la Declaración Universal de los Derechos del Hombre : no hay lugar a discriminación por ese lado. Tercero, pues que a título personal no son amigos míos.

    Decía que no le gustó mucho el informe sobre los diputados del Valle en cuanto al título y al prólogo, ¿por qué?

    Porque el título…¿tú eres comunicador o politólogo?

    Filósofo.

    Bueno, yo soy historiador, entonces debes entender que un título es el abre bocas del contenido y debe estar más o menos en consonancia con el contenido. Eso siempre es muy delicado. Pero es que yo pienso que lo que sucedió en la Asamblea del Valle fue algo sumamente grave. Primero secuestrar diputados que están indefensos, ahí había solo un policía al que degollaron, dos periodistas fueron matados en el camino en una balacera y luego once de los diputados de los doce fueron asesinados a sangre fría. Ellos se disculparon de una manera que es que…es que ni si quiera habían tenido por qué secuestrar a este tipo de gente. Pero el Mono Jojoy ya había dicho: vamos por los políticos. Pero es que lo de Cali es una cosa muy grave que no está reflejada en el título: El caso de la Asamblea del Valle.

    Pero le sigue de subtítulo: Tragedia y reconciliación…

    No, eso había que ponerle: Secuestro y asesinato de los diputados del Valle. Para mí ese era el título. Pero bueno, así no quedó, yo no lo cambié. Y no tuve tiempo de hacerle observaciones. Porque cuando llegué ya estaba editado. Si me hubieran dado oportunidad, francamente les hubiera sugerido que cambiaran el título por algo más estricto, más riguroso.

    Nosotros no vamos a investigar, nosotros no vamos a hacer investigación interpretativa

    Del prólogo, pues hombre, eso puso al país en ascuas en esa época. Álvaro Uribe estaba empezando a gobernar y ya se encontró con el hecho y llegó con una política de confrontación de las guerrillas y ese evento se lo pusieron como una presión: nos tiene que liberar cinco municipios, casi todos los Llanos Orientales. Se fueron reduciendo hasta llegar a dos municipios. Eso obviamente es una presión sobre el Estado y eso siempre será discutido. Porque el presidente no está actuando a título personal sino que es una figura nacional. Entonces todo lo que un presidente haga está comprometiendo a todo el país. Por lo tanto, yo no debería igualar si negociar o no negociar la liberación de esos diputados era una cuestión de indolencia, de crueldad. Como sí lo era el hecho de que los diputados estuvieran secuestrados y hubieran sido asesinados.

    Que es justamente lo que pone Pacho de Roux en el prólogo, supongo que usted está haciendo referencia a eso: “Es una muestra de la estupidez del Gobierno de la época, al frustrar el acuerdo humanitario, incapaz de comprender la situación límite en la que el ser humano tiene que ser puesto por encima de todo en un Estado de derecho”.

    Es eso. Yo no estoy de acuerdo con esa interpretación. Pero tampoco puedo hacer nada. Yo estoy conversando aquí con un filósofo. Y puedo dar esa explicación. No es fácil. Ahora, yo no estoy involucrando mi opinión sobre la negociación sobre ese momento. Es probable que yo haya escrito sobre eso en esa época. Pero yo no juntaría esas dos cosas: la supuesta indolencia del gobierno, con el espíritu criminal de la acción de las Farc.

    Que es lo mismo que hicieron en Rivera, Huila: entrar a saco, como en las películas del oeste, matando a todos los que estaban en la cantina. Mataron nueve concejales, campesinos líderes. Porque es que los únicos líderes no son los líderes de un lado: también el sistema tiene sus líderes y son líderes de base. Eso es un crimen de lesa democracia, así lo llame en mi intervención en Cali. El crimen de las Farc, de los diputados fue un crimen de lesa democracia. Es que la democracia más básica que tenemos: ediles, concejales, diputados.

    Director, no le voy a preguntar por su postura sobre el conflicto armado, usted ya ha hablado de su posición, pero…

    ¿Cuál es mi posición?

    Pues su posición es que no…

    Que no hubo conflicto armado, ¿de dónde sacó eso?

    Entonces ¿sí reconoce que hubo conflicto armado?

    Pues yo acato la ley. La ley dice que hubo conflicto armado: yo ya aquí no soy un ciudadano común y corriente, que pueda opinar. Yo aquí soy un funcionario que tiene que ser riguroso con la aplicación de la ley. La ley me dice a mí que hubo conflicto armado. En ese sentido yo hablo de conflicto armado. En mis intervenciones he hablado de conflicto armado. Yo lo que he dicho es que esa es una caracterización controversial. Eso fue lo que dije originalmente y de ahí se pegaron a decir que yo era un negacionista.

    Que no es cierto, ¿entonces?

    Yo simplemente digo que no vine aquí a reformar esa ley porque no tengo la capacidad. Eso es del Congreso de la República, por Dios. Uno como ciudadano puede congeniar con muchas leyes y acatarlas de buena manera en espíritu ciudadano y puede que haya unas normas que no le gusten tanto, pero se las acata. ¿O no te sucede eso?

    La duda que me sigue quedando es: entiendo que uno como ciudadano respete y acate las normas pero uno, independientemente del cargo que ocupe, sigue atravesado por opiniones, juicios, ideologías…

    Claro. Yo no dejo de pensar como pienso. Pero sé en qué escenario me estoy moviendo. Pero es como si yo voy a la iglesia: pues no puedo llegar silbado, cantando, gritando. Tengo que respetar la atmósfera de ese sitio. Y las reglas de juego de ese sitio. Igual acá. Cada escenario tiene sus rituales, sus formas de comportamiento. Y eso es lo que yo hago. Es más, me he reunido mucho con militares y a los militares les conviene mucho esa figura. Y eso me tiene trastabillando (risas).

    ¿Por qué?

    Porque es que si hasta los militares hablan de eso y Darío Acevedo es el único que no… En la medida en que yo no pienso eso como un dogma, me libero de esa presión. Yo no me estoy acomodando. Como no es un dogma entonces observo una posición tranquila.

    Dejemos este tema de lado y quisiera hablar sobre un tema puntual que usted escribió cuando era columnista de El Espectador. Una columna que se llama “La batalla por la verdad y la memoria”, no sé si la recuerda. Le leo un párrafo que me llamó la atención:

    “Sobre esos temas, la verdad y la memoria, se libra una intensa batalla entre quienes sostienen que en Colombia hubo una guerra civil o conflicto armado o un levantamiento justiciero contra la dictadura civil del Frente Nacional con el trasfondo de la propiedad de la tierra y la exclusión política, de un lado, y quienes pensamos que la confrontación de las guerrillas con el Estado colombiano surgió como expresión de proyectos revolucionarios comunistas en la dinámica de la Guerra Fría, que pretendieron acceder al poder a través de la lucha armada y en dicho camino fracasaron y se criminalizaron cometiendo innumerables crímenes de lesa humanidad”.

    ¿Le quisiera preguntar si usted, como Director del CNMH, está pensando en esos términos de batalla por la memoria y la verdad y si está tomando posición de un bando?

    Ese pensamiento ahí en una columna es un pensamiento político. No es un pensamiento desarrollado en un ensayo, una investigación de campo. Yo tengo algunos ensayos donde explico más serenamente eso. E insistiría en algunas cosas o en todo eso que dije ahí. Pero yo aquí ya no estoy pensando eso. Si quiere más adelante hablamos de la verdad. Yo creo que podemos tener un diálogo interesante a ese respecto. De cómo los académicos no estamos pensando en cerrar siempre los debates. Sino en contribuir a alimentar el debate, el conocimiento, que se nutre de dudas de incertidumbres, inquietudes, de choques, de combates. Pero esto no es un debate religioso. Cuando se le da al tema de la verdad una connotación religiosa, ahí estamos en un problema.

    Que es lo que le oído decir que el Centro no funciona como máquina de verdades.

    Es eso. Lo que diga el CNMH de aquí en adelante siempre será controversial. Ese punto de vista lo defiendo. No es palabra de Dios, ni palabra final. Es que yo entré aquí peleando con esa idea en el sentido de que yo llegaba a cambiar la verdad. Incluso del lado mío: por fin llegó alguien que va a decir la verdad verdadera, no señor.

    Y hasta su llegada, ¿usted pensaba que el CNMH tenía una voluntad de fijar verdades muy monolíticas?

    Sería muy apresurado hacer la afirmación así, a destajo. Sin sustentarla. Pero en el ambiente político y académico sí hay un pensamiento en algunos sectores de que el CNMH predominaba una tendencia. Que es la de las casusas objetivas, el problema de la tierra, el Estado culpable.

    Que sería la primera parte del párrafo que menciona en la columna….

    Sí, exacto. Pero yo no llegué a derrumbar eso. ¿Con qué? ¿Yo solito? Nosotros no vamos a hacer investigación interpretativa. De pronto me escribiré algún ensayo alguna vez. No sé si me dará tiempo.

    No van a hacer investigación interpretativa sino…

    Ah bueno, eso es otra parte de mi pensamiento que estaba en la columna cuando estaba el debate sobre los precandidatos anteriores: Pacheco y Torrijos. Tú observas el grueso de la producción interpretativa dirigida por Gonzalo (Sánchez) y su equipo, que prácticamente se convirtió en el principal referente de la verdad en Colombia sobre el conflicto. Y a mí me parece que eso es un exabrupto.

    La mayoría de investigaciones han sido sobre paramilitares

    No quiero demeritar el trabajo de los colegas. Gonzalo Sánchez es un tipo muy serio, no es por ahí por donde enfrento las cosas. Sino en el sentido de que esa producción fue divulgada como la verdad verdadera del conflicto colombiano. O fue asumida por sectores de opinión muy fuertes. Y de ahí la reacción de que llegue gente que piensa distinto. Nos llenamos la boca diciendo que este es un país diverso, lleno de contradicciones, que la verdad es plural y cuando la digo yo entonces se asustan. Pero hombre, si lo dicen ustedes mismos. A ver: si quiere hablamos de la verdad.

    Pues hablemos de la verdad.

    (risas)

    ¿Qué piensa del papel de entidades como la Comisión de la verdad y sobre la JEP, en torno al tema de la verdad?

    Esas organizaciones tienen un respaldo legal hasta el momento. Y va a ser muy difícil que eso se eche abajo y se vuelva trizas como decía alguien por ahí en un discurso alocado o apresurado. Ahí surgieron una cantidad de instituciones que de alguna manera interfieren o se relacionan con las cosas que el CNMH hace. Por ejemplo, la JEP cuando llama a los incursos en delitos, como jefes guerrilleros, y los pone a decir sus crímenes, que es lo mismo que se hace aquí con los paramilitares en Acuerdos de la verdad. Y cuando llama a víctimas, por ejemplo, los secuestrados, eso es lo que nosotros hacemos en lo que llamamos iniciativas de la memoria. Entonces estamos haciendo lo mismo que la JEP.

    ¿Entonces lo considera como un mecanismo que sobraría estando el CNMH?

    No, eso está por resolverse. No sé cómo se va a encarar el asunto, es algo que preocupa al Gobierno, que haya duplicidad de funciones, de instituciones. ¿Cómo se arregla eso? Es un problema jurídico,  político y hasta financiero porque el dineral que se está gastando en todos estos programas es inmenso. Que se racionalice y justifique el gasto público en el tema de las víctimas y el conflicto y la regularización de los combatientes. Ahí hay un problema, no es un problema de opinión sino de enfoque: cómo se simplifican las cosas.

    O lo otro es el tema de una Comisión del verdad que, por principio, desde hace mucho tiempo no creo en eso. No creo que la verdad esté en manos de una institución ni de un grupo.

    Ni siquiera si esta Comisión diera un veredicto que sea tentativo.

    Pero es que eso no fue lo que se le pidió. Se le pidió que dijera la verdad. Recuerda que las Farc le pidió a un grupo de intelectuales que hicieran ensayos y no les gustaron los ensayos, casi ninguno. Les gustaron dos o tres de los que hicieron. El de Daniel Pécaut lo rechazaron porque lo aborrecen. A Torrijos, por supuesto también lo rechazaron. Ahí se gastó un platal. Porque ellos están esperando la verdad. Ahora, ¿por qué la guerrilla espera la verdad? Usted ¿qué piensa?

    Importa poco lo que yo piense ahora.

    Pero es que usted es filósofo…

    A ver, le doy mi opinión, pero asimismo le contra pregunto. Quieren la verdad porque es una manera de legitimar su accionar, pero es que la Comisión del Verdad y estas instituciones que nacieron aquí no sólo están hechas para la guerrilla, sino que nacieron de una negociación para distintos sectores sociales y políticos. Va más allá de cumplirle simplemente sus querencias a la guerrilla.

    Pero ¿por qué la guerrilla insiste tanto en eso? Yo creo saber por qué. Porque la guerrilla, y en particular las Farc, es una guerrilla marxista leninista y el marxismo leninismo se ha convertido en un paradigma. En una especie de dogma en el campo de las ciencias sociales y en el campo de la política. Hay mucho de religioso en eso. En los dogmas siempre hay mucho de religioso, no critico la religión, esa es su función: tener dogmas. La política no debería ser así: partir de dogmas inalterables. Y el marxismo leninismo siempre ha trabajado el tema de la verdad así.

    Pero ahí seguimos hablando de la guerrilla. Pero la Comisión…

    Por eso, entonces la guerrilla insiste mucho en eso, logra eso. Que en mi parecer es inadecuado, porque el tema es que la verdad no está ni ahí ni…el Estado mismo reconoce que no puede contribuir a una verdad oficial. Entonces, si no hay una verdad oficial no puede haber una contra verdad no-oficial. Sino que las verdades en el campo de las ciencias sociales y humanas son construcciones y consensos que se logran después de muchas dificultades. ¿Cuántas dificultades y muertos en la hoguera hubo que decían que la Tierra giraba alrededor del Sol? Y finalmente se logró el consenso. Le pongo un caso más cercano: el exterminio judío por parte de la Alemania Nazi, también fue un consenso muy grande, tan grande que en varios países de Europa todavía envían a la cárcel a los militantes nazis que hacen propaganda nazi o incluso a los negacionistas.

    Aprovecho para preguntarle entonces ¿cree que en Colombia se han generado consenso alrededor de lo que ha pasado en los últimos cincuenta años?

    No hay consensos determinantes. Es que mire solamente el caso nuestro de la violencia liberal-conservadora. No hay un consenso y eso está casi cerrado. Hubo cualquier cantidad de enfoques, de temas y subtemas. La violencia se volvió una omni-noción comprensiva de todo. De ahí nace la idea de los violentólogos. Entonces lo mismo va a pasar con esto: va a haber ríos de tinta, libros a montones explicando una cosa, la otra. Tenemos que conformarnos con una verdad que es más simple, la verdad acontecimental: a Gaitán lo mataron de a tres tiros y eso es una verdad de a puño, no una verdad interpretativa.

    Pero no cree acá, y qué pena ponernos metafísicos…

    Ah, pero como usted me dijo que era filósofo…

    Sí, pero en qué medida no cree usted que para seguir adelante como sociedad hay que entender qué es lo que ha pasado de manera más o menos…

    Sí, eso es lo que estamos haciendo y yo lo sigo haciendo y en nuestros trabajos con iniciativas de la memoria, ellos van a contar lo que les sucedió. Las víctimas de la guerrilla van a a decir a su manera las cosas. Y las víctimas de los paramilitares ya lo han dicho. La mayoría de investigaciones han sido sobre paramilitares. Los oficiales y soldados y policías de la fuerza pública que han sido víctimas del conflicto también van a narrar sus experiencias. Esa es la vedad de cada quién, por eso la verdad es plural. La verdad acontecimental es individual. Pero ya cuando tú le metes interpretación ahí es donde aflora el debate. Yo a una víctima no la contradigo jamás. Para mí eso es sagrado. Es la misión principal de este Centro, recuperar la memoria de las víctimas. Ahora, ¿cómo conrtribuimos a eso que llaman verdad, a la interpretación, a agrandar y amplificar el conocimiento académico sobre el problema? Ahí yo pienso hacer un cambio:

    La Dirección de Construcción de Memoria no está en manos de Colciencias, solamente uno de los cuatro procesos, que tampoco lo vamos a entregar, lo vamos a impulsar a través de Colciencias. Es de por sí una garantía. Y nosotros no pensamos nombrar a un grupo de amigos o conocidos para que nos digan cuál es la verdad. Sino que vamos a aportar una suma considerable a Colciencias para financiar convocatorias de investigación interpretativa o compleja sobre el problema de la violencia política, del conflicto armado, de las consecuencias socio económicas de ese conflicto sobre las víctimas.

    ¿Por qué se suspendió el tema de los guiones museográficos?

    Una razón elemental –están suspendidos y serán insumo, serán tenidos en cuenta– es porque estamos todavía sin concluir funciones. Falta por investigar la memoria de grupos militares, grupos que han sido víctimas de las guerrillas. Por ejemplo, la Masacre de la Chinita, de Machuca. Familias exterminadas por la guerrilla. Pueblos arrasados por la guerrilla, militares que están amputados o desaparecidos. O que fueron matados fuera de combate. Y con esa investigación se enriquece el guion museográfico y museológico. En esa investigación se recogen cosas, textos, fotos, gráficas, narraciones propias. Eso se considerará en el guion museográfico y eso no está hecho. Eso está prematuro y no puede estar definido.

    Decía que ha tenido muchas reuniones con agentes de la Fuerza pública y el Estado, ¿qué ha salido de esas reuniones?

    Ha salido la conformación de un equipo que va a realizar actividades de recuperación de memoria y va a realizar actividades de asesoría en la construcción de los textos que ellos ya están adelantando. La fuerza pública tiene equipos diseñados que han salido de los Acuerdos de paz, los llaman comandos de transición y ellos se están ocupando de la recuperación de las memorias con sus propios elementos. Les hace falta acompañamiento. Son 296 mil víctimas. Nosotros vamos a hacer énfasis en cuatro casos de crímenes de guerra porque quien es objeto de crimen de guerra es una víctima.

    Primero: los secuestrados, ellos no estaban encarcelados, estaban secuestrados en campos de concentración, en condiciones horribles, con cadenas al cuellos, a los tobillos, llenos de enfermedades, sin asistencia médica, ni citas de familiares, eso no es una prisión. Segundo: muertos fuera de combate, los bajaban de un bus porque iban de permiso y los mataban. Tercero: desaparecidos. Cuarto: mutilados por armas no convencionales, como pipetas de gas o minas antipersona.

    Le quería agradecer pero antes de irnos y ya para cerrar le quería preguntar, han pasado tres años, ¿Qué piensa de la firma de los Acuerdos de paz?

    (Silencio) No pienso (risas). Eso no es tema de mi trabajo acá. Ya está pensado. Si a usted le inquieta mi posición sobre eso, escribí cinco años sobre el tema en El Espectador, como opiniones personales. Yo de eso no hablo acá. Ni siquiera con la gente del equipo directivo.

    ***

    Para los inquietos, aquí las columnas publicadas por el actual Director en su momento. Todas, como opiniones personales.

    ***

    Santiago aparece por acá.

     
  • Proceso de paz debe contemplar una dosis mínima de castigo y justicia

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    "Proceso de paz debe contemplar una dosis mínima de castigo y justicia": Director del Centro de Memoria Histórica

    Mayo 10, 2019 - 11:30 p.m.   Por: 
    Olga Lucía Criollo / editora de Poder
     
    Rubén Darío Acevedo, director del Centro Nacional de Memoria Histórica

    Rubén Darío Acevedo, director del Centro Nacional de Memoria Histórica

    Especial para El País de Cali, Colombia


    Así habla el nuevo director del Centro Nacional de Memoria Histórica, Rubén Darío Acevedo, quien reconoce que tiene una mirada distinta sobre el conflicto armado.

    Polémico en sus posturas, como polémico fue su nombramiento, dice que durante su gestión se ocupará de las víctimas que no han sido atendidas hasta ahora, entre ellas las de las Fuerzas Militares y la Policía, así como las de los secuestros de La María y el Kilómetro 18.

    ¿Qué ha sido lo más difícil durante los meses que lleva en el cargo?

    Todo, primero por el veto ideológico: se pretendió convertir en un dogma de fe algo que no puede serlo, por la reacción de una cantidad de organizaciones de víctimas, académicos y columnistas. La otra parte difícil fue el proceso de empalme, porque solo tenía dos personas que me acompañaban, y entender cómo ha funcionado el Centro de Memoria Histórica, por una buena de cantidad de problemas de orden administrativo y de muchos proyectos pero que no sabíamos cómo se habían hecho. Ahora se trata de trazar correctivos, los planes de acción con la filosofía nuestra, lo que tampoco es fácil.

    Después de ser cuestionado por lo escribía en Twitter, ¿cerró esa red social, se arrepiente de lo dicho?

    Ese es un medio de opinión libre, donde uno a veces coloca frases producto de alguna reflexión y otras veces entra en polémica y se desfoga. Loa tuits están allí, no los he borrado porque es mi forma de pensar, sino que dejé de escribir porque hoy soy un funcionario con una función delicada y no quiero generar ruido.

    ¿Cuáles van a ser las prioridades durante su gestión?

    En primer lugar, atender una serie de víctimas que no han sido atendidas, entre ellos casos emblemáticos como el de las niñas de la Fundación Rosa Blanca, víctimas de violación y atropellos sexuales por parte de las Farc. También quiero entrar en contacto con las Madres de Soacha, que alegan haber sido víctimas de ‘falsos positivos’ sobre sus hijos. Quiero escucharlas desde el Centro, que hace un trabajo técnico, con metodología, para que la gente elabore en una narrativa lo que vivió y sufrió, quiénes fueron, cuándo fue el drama, cómo ocurrió, quiénes lo cometieron y después de eso cómo han vivido, cómo han logrado curarse las heridas, salir adelante, ese es el objetivo de la recuperación de la memoria.

    ¿Otros casos emblemáticos?

    Sí, el caso de la familia Turbay Cote, la familia Vélez White, de Antioquia, que es la familia de la exministra de Educación cuya madre fue muerta siendo líder comunitaria y dos hermanos desaparecidos; el de la familia Gaviria, propietarios de El Mundo, de Medellín... En el Valle vamos a acometer el secuestro de La María, el primero que ocurrió en cuanto a violación de un espacio de culto por parte del ELN, el del Kilómetro 18 y un caso que es individual, pero puede tener repercusión importante, el del hijo de José Cardona Hoyos, dirigente del Partido Comunista asesinado por las Farc porque se oponía a la combinación de todas las formas de lucha.

    ¿Y en cuánto a la Fuerza Pública?

    Hemos entrado en contacto con algunas unidades y hemos descubierto que ellos ya han ido avanzando en la recuperación de la memoria de sus víctimas, las quieren honrar, reconocer, visibilizar y no aceptan que no se puede hablar de los militares que han sido víctimas, en particular de crímenes como secuestro prolongado, desaparición, ya que hay decenas de soldados y policías desaparecidos; muertes fuera de combate y amputaciones o afectaciones del cuerpo, cegueras, sordera, pérdida del rostro, de las manos, mutilados como consecuencia del estallido de artefactos no convencionales. Ellos hablan de 296.000 víctimas con sus respectivas familias, multiplique por 3 o 4 y pasamos del millón.

    Otro campo es concluir un área de trabajo que se llama Acuerdos de la verdad, un trabajo que se hace con los victimarios, con los paramilitares de Justicia y Paz, se les busca por frentes y los que quedaron libres se comprometen a confesar la verdad y la narran en un documento y, en caso de que el juez los llame, ellos se comprometen a contribuir al esclarecimiento de los hechos. El Centro de Memoria Histórica tiene que recoger unos 18.000 documentos, de los cuales llevamos 13.000 y la idea es que este año podamos concluir.

    Usted habló de un convenio con Colciencias, ¿en qué consiste?

    Ya tuvimos una primera reunión y la respuesta fue positiva. Vamos a firmar y a buscarle dinero para lanzarles una propuesta a todos los grupos de investigación de todas las universidades públicas y privadas del país, que en el área de ciencias sociales y humanas han adelantado trabajos sobre eso que llamamos conflicto armado, violencia política, afectación de la economía, de la cultura, de las etnias, es decir en muchos aspectos en los que se pueden hacer investigaciones no concluyentes sino aportes al conocimiento, porque el tema de la verdad es un tema que nos puede enredar mucho.

    A propósito, durante un acto que tuvo lugar en abril en la Asamblea del Valle usted lanzó unas frases polémicas, ¿qué fue lo que dijo?

    Simplemente, en el discurso afloró la responsabilidad del Estado, del gobernante de la época, que era Álvaro Uribe Vélez, en el sentido de que no quiso negociar (la liberación de los diputados), y en mi parecer habría que entender también razones de Estado y no igualar la responsabilidad del Estado por omisión con la responsabilidad de los secuestradores por acción y conocimiento del hecho, de que lo que estaban haciendo era un crimen contra civiles desarmados e indefensos, además de que fue un atentado a la democracia... 

    Lo segundo que dije es que el proceso de paz y reconciliación, para que sea más eficaz, aceptable y tenga más apoyo de la población, debe contemplar una mínima dosis de castigo y de justicia, y eso no es venganza ni es un llamado a la guerra, porque no estamos hablando de cualquier tipo de homicidios sino de cosas horribles, como lo de Bojayá, el Club El Nogal, el secuestro de los diputados, el asesinato del exministro de Defensa y el Gobernador de Antioquia, el arrasamiento de pueblos, el secuestro prolongado de personas, todo eso merece un castigo, así sea en el marco de la justicia transicional.

    ¿Con esa forma de pensar, cómo se siente trabajando al lado de la Comisión de la Verdad y la JEP?

    Son distintas. El Centro de Memoria Histórica pertenece a la Rama Ejecutiva, depende del Presidente. La Comisión de la Verdad es mucho más autónoma, es originaria del proceso de paz entre el Gobierno y las Farc. El Centro surge del proceso de Justicia y Paz con los paramilitares y es anterior a la Comisión de la Verdad, pero en sentido práctico nosotros nos ocupamos más de eso que llaman la memoria, que no es la verdad, es parte en la construcción de la verdad, porque la verdad, en sentido académico, es fruto de un consenso entre quienes hacen interpretación académico científica de los problemas nacionales en este campo de la política, que es tan complejo.

    No se siente como un ‘bicho’ raro…

    Sí y no, porque yo no estoy en ese sistema del Acuerdo de Paz, pero hay que reconocer que en el campo de la producción académica sobre el problema de la guerra y la paz los académicos de izquierda o de influencia marxista tienen un gran dominio, casi que son hegemónicos, y yo tengo una concepción distinta, pero tampoco la pretendo imponer como la otra verdad, sino que quiero que la investigación sobre estos problemas sea más amplia, más liberal, más democrática y que tenga más controles académicos y el que nos puede garantizar eso es Colciencias.

  • Un hasta luego

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    Apreciados amigos y lectores. Con estas notas concluyó un importante ciclo en mi papel de columnista en el diario El Espectador que me acogió desde el año 2012 para que yo expusiera, sin límites, sin cortapisas, sin sugerencias, es decir, con entera libertad, mis opiniones sobre diversos asuntos, muy especialmente sobre temas de la vida política nacional.

    El presidente Iván Duque me ha concedido el honor de dirigir el Centro Nacional de Memoria Histórica, organismo creado por la Ley de Víctimas 1448 de 2011. La delicada tarea de proseguir en la labor de escuchar con respeto y técnicas adecuadas los testimonios de las comunidades y las personas que sufrieron pérdidas materiales y humanas y asegurar su divulgación, su ubicación en lugar propicio y seguro y disponer para las investigaciones que los académicos a bien tengan hacer, es razón más que suficiente para dedicarme de tiempo completo a esa tarea.

    Mi nominación ha suscitado reacciones de diferente índole. He recibido felicitaciones y apoyos de personas que leen mi columna y me siguen en las redes sociales, en especial en Twitter. También hay voces críticas de distinto calibre y rigor. Y más allá de cualquier posibilidad de controversia, expresiones de mal gusto, insultos, descalificaciones morales, mentiras y afrentas.

    En estas últimas se percibe un ánimo inquisidor. Es como si se quisiera condenar a alguien porque en su vida como ciudadano autónomo y en uso del derecho constitucional de la libertad de opinión, haya expresado puntos de vista y apreciaciones que, según su peculiar sentido ético, me inhabilitaría para desempeñar un cargo hecho a la medida para un historiador que es lo que más me ha caracterizado en los últimos 30 años de mi vida.

    De acuerdo con mi trayectoria como profesor de la Universidad Nacional de Colombia, pienso que uno no debe utilizar los cargos de responsabilidad en el campo de la educación, la ciencia o la salud, por mencionar algunos, para realizar adoctrinamiento ideológico, religioso o proselitismo político, de manera que no se confundan espacios ni roles, ni se abuse de la posición de autoridad o jerarquía para reclutar adeptos o atizar pasiones y causas partidistas, y que en la Función Pública como funcionario de alto rango, con mayor razón se debe evitar mezclar o imponer las creencias personales en los procesos de trabajo y en el desempeño de las funciones.

    Me he topado con unos cuantos periodistas que tergiversan frases de una entrevista concedida con la confianza que uno tiene de no ser manipulado. Se titula erróneamente, se recorta una frase, se destaca lo que es secundario, y se le sirve un plato al gusto de quienes, desde las redes como una jauría atacan en manada, hacen bulling y divulgan mentiras e insultos.

    Se ha instalado arteramente, sin que podamos reaccionar, el delito de opinión o el veto inquisitorial contra quien piensa diferente a quien va a reemplazar. Se desconoce que el presidente elegido democráticamente tiene el poder nominador en ciertos cargos.

    Hay líderes de opinión que fungen de pontífices de la moral y dueños de la verdad, para quienes no son los méritos académicos y profesionales los que deben tenerse en cuenta para nombrar a una persona en un cargo de responsabilidad, sino lo que esa persona haya opinado libremente. Y mancillan el principio de no impregnar con sus opiniones la labor informativa.

    Hay dirigentes políticos, columnistas, opinadores y algunos entrevistadores que dejan ver impúdicamente sus sesgos que se quedan en la lapidación mediática y en el ataque ad hominem.

    Y entonces, después de llenarse la boca hablando de paz, reconciliación, entendimiento, cordura, proceden como las fieras hambrientas sobre sus víctimas para destrozarlas moralmente pisoteando el derecho a la honra y al buen nombre.

    Se que la lucha política es cruel en todas partes, todos los que participamos en ella hemos hecho daño. Pero, aquí hemos llegado al extremo de validar, sin rubor, de legitimar el delito de opinión, pues según lo manido de la manada, el pecado consiste en pensar diferente a ella.

    Darío Acevedo Carmona, 11 de febrero de 2019