El aleve ataque terrorista a la escuela de policía Francisco de Paula Santander en Bogotá, debe, además de suscitar el repudio de la ciudadanía, llevarnos a entender algunas lógicas de la política del presidente Duque sobre el acuerdo de paz, no tener retrovisor, la convocatoria a la unidad nacional y el combate a los grupos armados organizados por fuera de la ley.
Pero, antes de entrar en esas materias, digamos que la intención de los atacantes no es otro que el de provocar al presidente, llevarlo a una a una reacción desencajada y obligarlo a negociar bajo las condiciones que quieren imponer la guerrilla del ELN y las disidencias de las FARC.
La respuesta de Duque, lejos de estar salida de tono es, de nuevo, un mensaje a la nación y al mundo en el sentido de que no va a cabalgar ni a escudarse sobre los errores y el entreguismo de su antecesor con las Farc, pero, igual, que no cometerá los mismos errores dejando que le marquen el rumbo y la iniciativa y lo chantajeen con atentados terroristas.
En su discurso a la nación después de conocido el trágico saldo del ataque, Duque se mantuvo en su línea de conducta: no dejarse provocar, no asumir reacciones radicales, confiar en la legalidad, en la fuerza pública y en las investigaciones institucionales.
Y deslizó un giro en cuanto se decidió a convocar de manera clara y directa a la población a colaborar con el gobierno y con las Fuerzas Armadas en la confrontación al terrorismo, política que ha sido la base del éxito de muchos gobiernos en el mundo y en Colombia, en los de Uribe Vélez 2002-2010 afectados por dicha amenaza.
Por otra parte, el ataque terrorista debería ser útil para que el mundo, la ONU, la OEA, personalidades democráticas, medios masivos, entre otros organismos y personalidades, entiendan que en Colombia no hay paz, que el acuerdo del gobierno Santos con las procomunistas FARC fue desventajoso para el país y para la justicia internacional de los derechos humanos. Que tienen razón quienes han aseverado que la impunidad de dicho acuerdo se ha convertido en semilla de nuevas violencias.
Aunque se haya reducido el número de muertos y de ataques después de la firma del acuerdo con las Farc no ha pasado una semana sin que un soldado o un policía no haya sido asesinado o herido por guerrillas y grupos mafiosos o bandas criminales que se empeñan en mantener activos sus dispositivos para el terror y el delito. De manera que el atentado en comento no fue un hecho aislado, sino que hace parte de una estrategia de esos grupos con la que pretenden doblegar la voluntad del gobernante e imponer sus condiciones.
Aunque parece que los colombianos tenemos mala memoria, creo que aún está fresco en nuestros recuerdos los ataques sufridos por soldados y empresarios acometidos por las FARC cuando supuestamente se negociaba el fin del conflicto y ella realizaba ataques como aquel en el que asesinaron una columna de 20 soldados en el departamento del Cauca. Y todavía se recuerda al presidente Santos anunciando al mundo en sesión de la ONU el “fin de la guerra”
Es innegable que ese crimen ha sacudido los sentimientos de los colombianos por la cantidad y la calidad de las víctimas, jóvenes policías desarmados, en proceso formativo. Y también llama la atención que el perpetrador no haya tenido ningún reato en inmolarse, eso no debe pasar desapercibido para los organismos de inteligencia.
Ahora bien, en el intento de analizar los problemas de seguridad nacional no es correcto que se le haga el juego a los terroristas trazando una situación apocalíptica afirmando que el país está en manos del terrorismo y que el presidente no está procediendo como es debido, pues es eso lo que los terroristas quieren que se diga y se sienta.
Este domingo como en la memorable jornada del 4 de febrero de 2008 contra las FARC, la ciudadanía ha sido convocada a marchar contra el terrorismo y contra el ELN el domingo 20 de enero. Es loable que en tal convocatoria hayan convergido los medios, los partidos políticos, Ongs, sindicatos, iglesias y el propio gobierno. Que concurran todos los sectores de la sociedad por esta causa es muy importante pero insuficiente si no se le suma a la marcha la exigencia al ELN y demás organizaciones armadas ilegales que renuncien a sus acciones terroristas, a toda hostilidad militar y liberen a todos los secuestrados si en verdad desean iniciar negociaciones de paz.
Darío Acevedo Carmona, 21 de enero de 2019