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terrorismo

  • Petro iguala el terrorismo de Hamas con la legítima defensa de Israel

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    La posición del presidente de Colombia, Gustavo Petro, sobre el atentado terrorista del grupo Hamas contra Israel ha causado estupor, rechazo y desconcierto en el mundo libre y democrático. Lo que yo pueda opinar tanto frente al hecho como ante las afirmaciones de Petro no dejan de ser opiniones, igual que las de muchos analistas que han dado su parecer. Pero, es ahí donde reside la diferencia entre una persona que ostenta una dignidad y la refrenda al presentarse como el “representante constitucional del pueblo colombiano”, y quienes carecemos de esa calidad.

    El presidente colombiano ha demostrado en varios escenarios y eventos una actitud  de desprecio y subvaloración de a quien representa. Es, en tal sentido, un irresponsable, en cuanto en sus discursos ha hecho valer su punto de vista u opinión desconociendo que todo lo que dice y hace compromete al estado de Colombia y a su población. No es un problema simple o inocuo ya que arriesga y pone en entredicho la política de alianzas y relaciones tradicionales establecidas en el largo tiempo y humilla el sentimiento de identidad nacional.

    Su posición respecto de la invasión rusa a Ucrania suscitó temores de ruptura de unidad con la OTAN organización a la que nuestro país fue admitido en calidad de observador. Igual se ve en su política de acercamiento hacia regímenes dictatoriales como los de Maduro en Venezuela y el castrista de Cuba, hacia Rusia e Irán, su posición permisiva ante el delito internacional de narcotráfico, dejando un mensaje de  destrucción de políticas de estado que han sido altamente beneficiosas para Colombia.

    Coincido con quienes sostienen que las políticas de Petro, aunque puedan mirarse como disparates, imprudencias, ligerezas, indiscreción, insensatez, temeridad, descuido, negligencia, necedad o atrevimiento, en esencia hacen parte de lo que para él significa ser y comportarse como un revolucionario.

    Esto nos remite al Petro que no ha dejado de ser lo que siempre ha sido, un guerrillero, y a su soñada revolución socialista. En su comportamiento y forma de ser se puede detectar el desprecio por las instituciones, la burda utilización de la democracia, la trivialización de los valores, la banalización de vicios políticos como el de repartir mermelada (antiguamente llamado clientelismo), el ultraje de los símbolos patrios, a su contemporización con autores de delitos atroces, por las tradiciones y las creencias de la población y la justificación reactiva de las acusaciones por presunta corrupción por señalamientos de sus familiares y alfiles que ya son objeto de intervención judicial.

    En su alocada avalancha de escándalos aflora algo muy particular que él mismo se encargó de sintetizar cuando dijo que el problema del incremento de la criminalidad revelado en encuestas y estadísticas se podía resolver: “si dejamos de llamar crimen al crimen, pues entonces este delito desaparece de las estadísticas” palabras que espetó sin sonrojo.

    Y lo que observamos de ahí en adelante es la consolidación del vicio de inversión del sentido normal de las cosas, de trastrocamiento semántico y de supresión de las diferencias entre dos opuestos, de poses de científico y de profeta del fin del mundo. Esto último es lo que el mundo libre y democrático, incluso gobernantes de izquierda, ha visto con estupor en labios de Petro. No solo no actuó como jefe de estado sino como revolucionario de cafetín, borrando de un tajo la diferencia entre acción de guerra y acción de terror que, con toda claridad, está expuesta en el derecho internacional humanitario y consagrado en el estatuto de la Corte Penal Internacional. Y ubicarse, a sí mismo y a Colombia, del lado de dictaduras, de movimientos terroríficos como Hezbollá, Hamas, Isis, gobiernos de Afganistán, Corea del Norte, Cuba, Venezuela, etc.

    Da lo mismo, en su arrevesada lógica, atacar con terror que defenderse, la muerte de civiles por error o daños colaterales en un combate que el asesinato a ciencia y conciencia, con propósito y conocimiento del hecho. No es sensato que iguale el estatus de un grupo terrorista cuyo objetivo es destruir el estado de Israel y que no representa al pueblo palestino con un estado que desde su fundación ha enfrentado varias guerras de agresión por países que querían y aún desean, como la dictadura iraní, borrarlo del mapa, un estado que, pese a todo, ha intentado negociar con ellos y firmados acuerdos con distintas facciones y sectores palestinos, siempre saboteados por extremistas y fanáticos.

    El terror no es lo mismo que la guerra, es muy grave que eso se confunda. Pues simple y llanamente ser arrasa con años de trabajo de estados que dedicaron recursos y energías a establecer el significado de cada uno de tales eventos.

    Estamos ante la más vulgar destrucción de sentido que permite a los humanos entendernos. ¿Acaso no fue él y sus conmilitones los que, a punta de propaganda, convirtieron el estado y los militares en los victimarios y en héroes a los autores de la atrocidad?

    Coda: La dictadura castrista de Cuba, país sin libertades y sin democracia, que tiene encarcelados a miles de opositores, fue reelecta con apoyo de 146 países, miembro de la Comisión de Derechos de la ONU. ¡Como para re-pensar… ¡

    Darío Acevedo Carmona, 15 de octubre de 2023.

    Darío Acevedo Carmona, 15 de octubre de 2023.

  • Terroristas cobardes

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    El aleve ataque terrorista a la escuela de policía Francisco de Paula Santander en Bogotá, debe, además de suscitar el repudio de la ciudadanía, llevarnos a entender algunas lógicas de la política del presidente Duque sobre el acuerdo de paz, no tener retrovisor, la convocatoria a la unidad nacional y el combate a los grupos armados organizados por fuera de la ley.

    Pero, antes de entrar en esas materias, digamos que la intención de los atacantes no es otro que el de provocar al presidente, llevarlo a una a una reacción desencajada y obligarlo a negociar bajo las condiciones que quieren imponer la guerrilla del ELN y las disidencias de las FARC.

    La respuesta de Duque, lejos de estar salida de tono es, de nuevo, un mensaje a la nación y al mundo en el sentido de que no va a cabalgar ni a escudarse sobre los errores y el entreguismo de su antecesor con las Farc, pero, igual, que no cometerá los mismos errores dejando que le marquen el rumbo y la iniciativa y lo chantajeen con atentados terroristas.

    En su discurso a la nación después de conocido el trágico saldo del ataque, Duque se mantuvo en su línea de conducta: no dejarse provocar, no asumir reacciones radicales, confiar en la legalidad, en la fuerza pública y en las investigaciones institucionales.

    Y deslizó un giro en cuanto se decidió a convocar de manera clara y directa a la población a colaborar con el gobierno y con las Fuerzas Armadas en la confrontación al terrorismo, política que ha sido la base del éxito de muchos gobiernos en el mundo y en Colombia, en los de Uribe Vélez 2002-2010 afectados por dicha amenaza.

    Por otra parte, el ataque terrorista debería ser útil para que el mundo, la ONU, la OEA, personalidades democráticas, medios masivos, entre otros organismos y personalidades, entiendan que en Colombia no hay paz, que el acuerdo del gobierno Santos con las procomunistas FARC fue desventajoso para el país y para la justicia internacional de los derechos humanos. Que tienen razón quienes han aseverado que la impunidad de dicho acuerdo se ha convertido en semilla de nuevas violencias.

    Aunque se haya reducido el número de muertos y de ataques después de la firma del acuerdo con las Farc no ha pasado una semana sin que un soldado o un policía no haya sido asesinado o herido por guerrillas y grupos mafiosos o bandas criminales que se empeñan en mantener activos sus dispositivos para el terror y el delito. De manera que el atentado en comento no fue un hecho aislado, sino que hace parte de una estrategia de esos grupos con la que pretenden doblegar la voluntad del gobernante e imponer sus condiciones.

    Aunque parece que los colombianos tenemos mala memoria, creo que aún está fresco en nuestros recuerdos los ataques sufridos por soldados y empresarios acometidos por las FARC cuando supuestamente se negociaba el fin del conflicto y ella realizaba ataques como aquel en el que asesinaron una columna de 20 soldados en el departamento del Cauca. Y todavía se recuerda al presidente Santos anunciando al mundo en sesión de la ONU el “fin de la guerra”

    Es innegable que ese crimen ha sacudido los sentimientos de los colombianos por la cantidad y la calidad de las víctimas, jóvenes policías desarmados, en proceso formativo. Y también llama la atención que el perpetrador no haya tenido ningún reato en inmolarse, eso no debe pasar desapercibido para los organismos de inteligencia.

    Ahora bien, en el intento de analizar los problemas de seguridad nacional no es correcto que se le haga el juego a los terroristas trazando una situación apocalíptica afirmando que el país está en manos del terrorismo y que el presidente no está procediendo como es debido, pues es eso lo que los terroristas quieren que se diga y se sienta.

    Este domingo como en la memorable jornada del 4 de febrero de 2008 contra las FARC, la ciudadanía ha sido convocada a marchar contra el terrorismo y contra el ELN el domingo 20 de enero. Es loable que en tal convocatoria hayan convergido los medios, los partidos políticos, Ongs, sindicatos, iglesias y el propio gobierno. Que concurran todos los sectores de la sociedad por esta causa es muy importante pero insuficiente si no se le suma a la marcha la exigencia al ELN y demás organizaciones armadas ilegales que renuncien a sus acciones terroristas, a toda hostilidad militar y liberen a todos los secuestrados si en verdad desean iniciar negociaciones de paz.

    Darío Acevedo Carmona, 21 de enero de 2019