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  • Turbulencias políticas en Latinoamérica

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    Intensas movidas estamos presenciando en las últimas semanas en la región latinoamericana. El saldo por ahora, aunque no marca una tendencia definitiva, si se inclina a favor de las fuerzas democráticas y libertarias que se enfrentan a aquellas que gobiernan dictatorialmente como en Venezuela o están en manos de agendas populistas de izquierda como es este mismo país y Argentina.

    Mientras en Brasil la pretensión del liberal radical Jair Bolsonaro salió derrotada por un Lula desprestigiado y salvado de las aguas penales por un artilugio procesal que no lo eximió de su responsabilidad, en Paraguay con Santiago Peña se consolidó la democracia y, más recientemente en Ecuador, el correísmo recibió una gran paliza ante el joven Daniel Noboa.

    En Argentina si bien Javier Milei no salió avante en primera vuelta, tiene más posibilidades de incrementar su votación si logra un acuerdo con Patricia Bullrich, en tanto el candidato kirchnerista con el que se verá en duelo en segunda vuelta, carece de aliados.  

    En todo caso, a quienes defendemos la democracia y las libertades, la propiedad privada y la creación de riqueza y empleo, nos debe quedar claro la monumental dificultad para desbancar por la vía electoral a regímenes populistas y estatizantes que han condenado a la sociedad a la miseria y a la denigrante función de mendigar del estado bienes que antes se obtenían con el propio esfuerzo y trabajo.

    En Venezuela, a pesar de la hostilidad, amenazas y vetos de la dictadura de Maduro en contra de Corina Machado, la más opcionada y más votada en las primarias del domingo 22/octubre con más de un 94 por ciento de votos en la coalición, las cosas siguen estando muy oscuras ya que el dictador Maduro es consciente que en las definitivas elecciones presidenciales de 2024 ella es la rival que pondría en peligro su permanencia en el poder. La presión del gobierno estadounidense podría deshacer el nudo gordiano creado por la funesta alianza de los chavistas con las fuerzas armadas, con las guerrillas colombianas y con el narcotráfico.

    Por ahora y a la expectativa de un triunfo de la oposición democrática y libertaria en Argentina, el dulce se ha puesto a mordiscos para los regímenes populistas de izquierda y los movimientos amparados por el Foro de Sao Paulo que tienden a debilitarse.

    En Colombia este domingo 29 de octubre tendrán lugar las elecciones regionales en las que se elegirá a 32 gobernadores, más de mil cien alcaldes, centenares de concejales y decenas de diputados, además de ediles. La contienda se perfila como el escenario en el que el criticado gobierno de Gustavo Petro mide fuerzas con partidos de oposición, campo en el que se destaca el Centro Democrático liderado por el expresidente Álvaro Uribe Vélez, y en el que otros partidos y movimientos nacionales, regionales y locales han postulado sus candidatos.

    Será ocasión para establecer que tan sólida es la alianza del Pacto Histórico de Petro, una agrupación de sectores de izquierda y extrema izquierda, con partidos y grupos disidentes del liberalismo y el conservatismo que a cambio de puestos han decidido acompañar a un gobierno que, en un año largo de mando según las encuestas, ha visto reducido de manera significativa el apoyo de la población, y qué tan oxigenada puede resultar la oposición.

    Se palpa en el ambiente la idea de que este certamen electoral ha opacado una estrategia de confrontación más frontal y de choque a la espera de su resultado. Si este, como es la expectativa, es muy positivo para la oposición, por ejemplo, si recupera las alcaldías de las grandes capitales departamentales como Bogotá, Medellín, Cali y Bucaramanga y se mantiene la de Barranquilla, y se obtienen algunas gobernaciones claves como Antioquia, Cundinamarca, Valle, Atlántico y Santander, se habrá creado la condición para dar un salto cualitativo en las formas y objetivos a emplear en la confrontación al gobierno Petro.

    La Oposición estará obligada a señalarle a sus bases y a la población en general que es la hora de forjar una plataforma unitaria que trace el rumbo a seguir, tanto para evitar que los desastrosos proyectos de Petro salgan avante, como para convocar a una movilización más activa, pacífica sí, pero, más persistente y contundente que tenga por objetivo central la derrota del proyecto populista de Petro, de su pretensión de extender su mandato, de recuperación social y económica, de restablecimiento de nuestra política exterior, de reafirmar los principios modulares del estado democrático, las libertades, el respeto a la propiedad privada, el emprendimiento, el control de la inflación, el empuje de la educación, el restablecimiento de la seguridad, el respeto y fortalecimiento de la Fuerza Pública, todos ellos debilitados en grado sumo por el gobierno Petro.

    Darío Acevedo Carmona, 24 de octubre de 2023

  • Petro iguala el terrorismo de Hamas con la legítima defensa de Israel

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    La posición del presidente de Colombia, Gustavo Petro, sobre el atentado terrorista del grupo Hamas contra Israel ha causado estupor, rechazo y desconcierto en el mundo libre y democrático. Lo que yo pueda opinar tanto frente al hecho como ante las afirmaciones de Petro no dejan de ser opiniones, igual que las de muchos analistas que han dado su parecer. Pero, es ahí donde reside la diferencia entre una persona que ostenta una dignidad y la refrenda al presentarse como el “representante constitucional del pueblo colombiano”, y quienes carecemos de esa calidad.

    El presidente colombiano ha demostrado en varios escenarios y eventos una actitud  de desprecio y subvaloración de a quien representa. Es, en tal sentido, un irresponsable, en cuanto en sus discursos ha hecho valer su punto de vista u opinión desconociendo que todo lo que dice y hace compromete al estado de Colombia y a su población. No es un problema simple o inocuo ya que arriesga y pone en entredicho la política de alianzas y relaciones tradicionales establecidas en el largo tiempo y humilla el sentimiento de identidad nacional.

    Su posición respecto de la invasión rusa a Ucrania suscitó temores de ruptura de unidad con la OTAN organización a la que nuestro país fue admitido en calidad de observador. Igual se ve en su política de acercamiento hacia regímenes dictatoriales como los de Maduro en Venezuela y el castrista de Cuba, hacia Rusia e Irán, su posición permisiva ante el delito internacional de narcotráfico, dejando un mensaje de  destrucción de políticas de estado que han sido altamente beneficiosas para Colombia.

    Coincido con quienes sostienen que las políticas de Petro, aunque puedan mirarse como disparates, imprudencias, ligerezas, indiscreción, insensatez, temeridad, descuido, negligencia, necedad o atrevimiento, en esencia hacen parte de lo que para él significa ser y comportarse como un revolucionario.

    Esto nos remite al Petro que no ha dejado de ser lo que siempre ha sido, un guerrillero, y a su soñada revolución socialista. En su comportamiento y forma de ser se puede detectar el desprecio por las instituciones, la burda utilización de la democracia, la trivialización de los valores, la banalización de vicios políticos como el de repartir mermelada (antiguamente llamado clientelismo), el ultraje de los símbolos patrios, a su contemporización con autores de delitos atroces, por las tradiciones y las creencias de la población y la justificación reactiva de las acusaciones por presunta corrupción por señalamientos de sus familiares y alfiles que ya son objeto de intervención judicial.

    En su alocada avalancha de escándalos aflora algo muy particular que él mismo se encargó de sintetizar cuando dijo que el problema del incremento de la criminalidad revelado en encuestas y estadísticas se podía resolver: “si dejamos de llamar crimen al crimen, pues entonces este delito desaparece de las estadísticas” palabras que espetó sin sonrojo.

    Y lo que observamos de ahí en adelante es la consolidación del vicio de inversión del sentido normal de las cosas, de trastrocamiento semántico y de supresión de las diferencias entre dos opuestos, de poses de científico y de profeta del fin del mundo. Esto último es lo que el mundo libre y democrático, incluso gobernantes de izquierda, ha visto con estupor en labios de Petro. No solo no actuó como jefe de estado sino como revolucionario de cafetín, borrando de un tajo la diferencia entre acción de guerra y acción de terror que, con toda claridad, está expuesta en el derecho internacional humanitario y consagrado en el estatuto de la Corte Penal Internacional. Y ubicarse, a sí mismo y a Colombia, del lado de dictaduras, de movimientos terroríficos como Hezbollá, Hamas, Isis, gobiernos de Afganistán, Corea del Norte, Cuba, Venezuela, etc.

    Da lo mismo, en su arrevesada lógica, atacar con terror que defenderse, la muerte de civiles por error o daños colaterales en un combate que el asesinato a ciencia y conciencia, con propósito y conocimiento del hecho. No es sensato que iguale el estatus de un grupo terrorista cuyo objetivo es destruir el estado de Israel y que no representa al pueblo palestino con un estado que desde su fundación ha enfrentado varias guerras de agresión por países que querían y aún desean, como la dictadura iraní, borrarlo del mapa, un estado que, pese a todo, ha intentado negociar con ellos y firmados acuerdos con distintas facciones y sectores palestinos, siempre saboteados por extremistas y fanáticos.

    El terror no es lo mismo que la guerra, es muy grave que eso se confunda. Pues simple y llanamente ser arrasa con años de trabajo de estados que dedicaron recursos y energías a establecer el significado de cada uno de tales eventos.

    Estamos ante la más vulgar destrucción de sentido que permite a los humanos entendernos. ¿Acaso no fue él y sus conmilitones los que, a punta de propaganda, convirtieron el estado y los militares en los victimarios y en héroes a los autores de la atrocidad?

    Coda: La dictadura castrista de Cuba, país sin libertades y sin democracia, que tiene encarcelados a miles de opositores, fue reelecta con apoyo de 146 países, miembro de la Comisión de Derechos de la ONU. ¡Como para re-pensar… ¡

    Darío Acevedo Carmona, 15 de octubre de 2023.

    Darío Acevedo Carmona, 15 de octubre de 2023.

  • Eliminar a Uribe

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    Eliminar a Uribe

    El expresidente Álvaro Uribe Vélez es, para sectores radicales de la izquierda, movimientos y personalidades progre, la encarnación del enemigo total. Por eso, no es de extrañar lo que viene sucediendo con él. Desde semanas atrás se observan claros signos conducentes a involucrarlo, de nuevo, en delitos de diverso rango.

    El presidente Petro, envuelto en graves acusaciones por el escándalo de las maletas con dinero en que se vieron envueltos dos de sus principales alfiles, Laura Sarabia y Armando Benedetti, y en el que se produjo, presuntamente, el suicidio del coronel Dávila, a falta de un contrincante al que pudiera inculpar de estar detrás de todo lo malo que le estaban descubriendo, no encontró a alguien más apropiado para reverdecer sus iras que el expresidente Uribe. Recurso ideal para desviar la atención, en lo que es muy hábil Petro.

    Previo concurso de la JEP, fue interrogado con toda la parafernalia del caso, el exjefe paramilitar Salvatore Mancuso que, como de la nada y sin pruebas distintas a su palabra, acusó al expresidente Uribe de ser copartícipe en la creación del paramilitarismo y corresponsable de horribles crímenes. Después, el convocado fue el otrora jefe del Bloque Bolívar, alias “Macaco” quien habló en la misma línea. Como quiera que el efecto buscado no se dio en la medida pretendida, Petro, presuntamente, sacó un as de su manga, nombrarlos asesores de paz invocando su falsa “paz total” y con el compromiso, presunto, de enlodar al expresidente Uribe.

    En la medida en que los escándalos del presidente Petro se incrementan y adquieren tanta gravedad como que podría iniciarse un juicio político en el Congreso, creció la necesidad de hallar un personaje en quien descargar el peso de las tragedias del país, y como en sus viejos tiempos, su brújula le señaló que había que retrotraer a Uribe como sparring.

    Recordemos que Uribe visitó a Petro una vez electo, para manifestarle que él haría con su partido, el Centro Democrático, una oposición basada en argumentos y que no apelaría a la confrontación personal. Uribe ha sido fiel a ese compromiso, hasta el punto de sufrir, en principio, el beneficio de la duda y hasta críticas fuertes de personas que lo han apoyado.

    Pero Uribe no es un líder que se quede quieto y sea ajeno al acontecer político. Con motivo de las elecciones regionales y locales en octubre, se echó sobre sus hombros la campaña de su partido y sus candidatos a alcaldías, gobernaciones, concejos, asambleas y hasta ediles. Ha recorrido el país por todos sus costados, incansable, con discursos ajenos al odio sin apelar a la demagogia, proponiendo, incluso, llegar a acuerdos en algunos temas con el gobierno Petro. El resultado de esta gran faena democrática ha sido tal, que Uribe ha resurgido del ostracismo, ha recuperado su antiguo lugar como gran referente de la política nacional.

    De modo que estamos en presencia de un fenómeno en el que la imagen de un Uribe recargado crece en la misma proporción en que decae la del presidente Petro por motivos de amplio dominio.

    Y es en este punto, precisamente, en el que, contra toda lógica jurídica y a contrapelo de la no comprobación de las pruebas en su contra y del reconocimiento del Tribunal Superior de Bogotá de tal insuficiencia, que el expresidente Uribe es llamado a juicio en el caso que lo enfrenta a uno de sus más enconados enemigos y verdugos, el reconocido vengador de la izquierda, senador Iván Cepeda.

    Detener el avance de la campaña que con gran éxito adelanta el expresidente y distraer a la opinión pública de los escándalos que comprometen al presidente es lo que se puede deducir del conjunto de maniobras y decisiones que coinciden en la misma meta. Provocaciones, como las del intelectual progre Uprinmy quien cree tener el derecho de insinuar responsabilidades criminales al expresidente y estar a salvo de que le respondan.

    Y  mirando en una amplia perspectiva temporal, no podemos dejar de constatar que la extrema izquierda, las Farc-ep, el exM-19, los elenos y hasta líderes progre y ONGs de izquierda, desde décadas atrás, se han coligado con el objetivo de eliminar de una forma u otra a Álvaro Uribe Vélez, y que la inclemente persecución se remonta a su mandato como gobernador de Antioquia.

    Tal parece que en nuestra Colombia no existiera la presunción de inocencia para Uribe, y si en cambio la presunción de culpa. Se nota en las consideraciones de magistrados que han invertido el principio de que quien debe demostrar la culpabilidad, en primer lugar, es el acusador-demandante y no su inocencia, el acusado. No es casual que en días recientes el gobierno y otros de sus detractores hayan aprovechado el tema de los falsos positivos para cerrar el cerco contra el expresidente y eliminarlo políticamente por vía de montaje judicial.

    A Uribe lo trataron de asesinar varias veces, y no pudieron. Lo quisieron sacar del juego político a punta de groseros debates en su contra propiciados entre otros por Petro y Cepeda, le organizaban mítines insultantes en todas las ciudades de países que visitaba como presidente, pero, no lo doblegaron. Un magistrado lo hizo encarcelar como si Uribe no hubiera atendido todos los llamados de los jueces. Ha sido y es objeto del odio más enardecido en las redes mamerto-comunistas, petristes y progre, en ambientes intelectuales de marxistas de todos los colores. Sus enemigos predican el amor al prójimo, a la vez que desencadenan furiosos ataques y amenazas de guerra contra él y sus seguidores.

    A Uribe lo quieren eliminar enviándolo a la cárcel ya que no pudieron asesinarlo ni fulminarlo políticamente. Lo necesitan como la encarnación del enemigo absoluto, porque el odio contra él es lo que une a las siempre divididas izquierdas y por haber liderado la desmovilización de los grupos paramilitares y la derrota estratégica de las guerrillas.

    Darío Acevedo Carmona, 8 de octubre de 2023