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colombia - Page 3

  • Cien días de un estilo de mando

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    La acción política en regímenes democráticos tiende a moverse en la polaridad aliados-rivales, diferencias-acuerdos. Los estudiosos de una de las facetas más importantes de la especie humana coinciden en asignarle un lugar irrenunciable a la dinámica de crear un campo propio que deje en claro sus diferencias con aquel o aquellos con los que se disputa el poder.

    Esa realidad es fácil de apreciar en los países libres y democráticos, desde Colombia hasta Inglaterra. La identidad se construye, dicen los antropólogos de la política siempre en contraposición a otro u otros. Las diferencias interpartidistas se atenúan en ocasiones y circunstancias muy especiales y no muy comunes: guerras, desastres naturales, definiciones constitucionales.

    Insisto en lo que en vez de ser una carga negativa es una virtud por cuanto la exposición pública de los diferentes puntos de vista sobre temas de interés colectivo es algo que favorece a los pueblos, es, además, la expresión más pura de la libertad de pensamiento y de la expresión de las contradicciones ideológicas y de intereses de una sociedad.

    El problema de una política de unidad nacional como la que propone y adelanta el presidente Iván Duque es que soslaya esta lógica, aunque en su beneficio habría que pensar que los problemas de los colombianos son de tal magnitud que ameritaría considerar lo que Alvaro Gómez Hurtado llamaba un “Acuerdo sobre lo fundamental”.

    Entre las consignas oficiales con propósitos de trascendencia sobresale la convocatoria a la unidad nacional y el lema “soluciones, no agresiones”. Sin embargo, movimientos y dirigentes situados en la oposición han respondido con agresividad, movilizaciones callejeras, desafíos, retos, reclamos y críticas en un tono beligerante y confrontacional

    A las buenas maneras, a la actitud respetuosa, a la mano tendida, al diálogo y la exposición de razones del presidente Duque, la respuesta es el irrespeto, la afrenta, la amenaza con la movilización callejera de las masas.

    De modo que no hay atenuantes, Petro, sus seguidores y aliados no solo han optado por la confrontación total sino que quiere llevar el país hacia una opción de corte revolucionario basada en el impulso y atizamiento del odio de clases -el pueblo contra la oligarquía- para su campaña presidencial del 2022 con su programas  de economía estatal y gratuidad de todas las políticas sociales, etc.

    Así pues, Duque y sus asesores están retados y obligados a reestructurar su estrategia de gobernabilidad basada hasta ahora en una elusiva e irreal unidad nacional y en una alianza frágil, y entender que el gobierno, aunque representa a la nación, es el gobierno de un programa que triunfó por el voto popular.

    Y en ese sentido, y sin que ello signifique caer en provocaciones ni igualarse por lo bajo el gobierno Duque debe entender que a la nación se le debe hablar con claridad meridiana sobre lo que nos separa de ese proyecto.

    Entendamos que si hay algo claro para los extremistas y totalitarios es que entienden el apaciguamiento como una demostración de debilidad. De manera que insistir en enviarle flores a quien responde con piedras es inútil y por ello, un poco más de firmeza y energía en la actividad gubernamental cotidiana no estaría fuera de lugar ni se vería como una señal de beligerancia o de autoritarismo.

    Así mismo, debería buscar una reconfiguración orgánica de la alianza con otros partidos de tal forma que se concedan plazas de poder importantes a quienes quieran hacer parte de ella. Hay que dejar de lado el prejuicio según el cual compartir responsabilidades de mando con otras fuerzas es lo mismo que dar mermelada.

    Las encuestas que no le favorecen deberían servir justificar ese giro que muchos de sus votantes estamos esperando

    Coda 1: Es claro que el movimiento estudiantil fue instrumentalizado para la estrategia político-electoral 2022 de la "Colombiahumana" liderada por el populista y demagogo castrochavista Gustavo Petro, que busca desestabilizar al gobierno Duque. Por eso se suman al paro nacional, gritan contra la reforma tributaria y reciben el apoyo de personajes ajenos a la universidad como el payaso sobrino del elefante, el atarván Bolívar, la hija del comandante "Papito", Fecode, Cut, CGT, UP, ColombiaHumana, Farc, encapuchados, militantes verdes.

    Coda 2: Declaración del congresista petrista Gustavo Bolívar en una de las marchas estudiantiles: “Estas marchas, ya tomamos la decisión, van a ser continuas, van a ser sostenidas y no se van a mover, vamos hacia el paro cívico nacional… Ellos (el gobierno Duque) saben que esto es grande, esto no va a ser de un día, esto va a ser de cuatro años de luchas sostenidas en las calles”. Tomada de https://www.facebook.com

    Darío Acevedo Carmona, 19 de noviembre de 2018

  • Confines de un movimiento universitario sin fin

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    Rectores, decanos, organismos de dirección académica, profesores, estudiantes, sindicatos de docentes y activistas políticos se pusieron de ruana el sistema universitario estatal (SUE) al impulsar un movimiento por financiación adecuada que se les salió de madre.

    Le han reclamado a quien nada tiene que ver con el faltante presupuestal lo que nunca a Juan Manuel Santos el verdadero y principal responsable del déficit. Los rectores de las 32 universidades públicas del país, los mismos que apoyaron la política pública de paz del presidente Santos, comprometiendo y violando la autonomía académica, nunca convocaron movimientos de protesta en el octenio santista aunque la desfinanciación ya estaba en su furor.

    Resulta inexplicable que los rectores no hayan tenido en cuenta las circunstancias limitantes del presidente Duque y se hayan puesto a la cabeza del movimiento como si no conocieran los incontrolables demonios que desatarían y que se hayan salido de la órbita de las funciones establecidas para cargos de tan elevada responsabilidad académica.

    Si el presidente Duque hubiera puesto el retrovisor hubiera podido responder negativamente a demandas que escapaban a sus posibilidades, sin embargo, prefirió escuchar, dialogar y negociar, así fuese parcialmente el pliego de peticiones cuyo principal punto era la asignación por decreto de 15 billones para subsanar el déficit heredado.

    El presidente Duque se reunió con el sindicato rectoral de facto y logró un acuerdo que abría margen para cumplir esa demanda en un proceso regulado y en cuatro años. El gremio de rectores se comprometió a convocar a docentes y alumnos a normalizar las actividades.

    Han transcurrido casi dos semanas de tal acuerdo y las marchas, desfiles, bloqueo de instalaciones, actos de violencia en algunos centros y radicalización prosiguen. Los rectores y directivas que complacientes e irresponsables desataron la movilización con discursos floridos creyendo que podrían retornar a clases con un simple llamado, pagan hoy el precio de su torpeza y atrevimiento: el semestre está prácticamente perdido lo cual quiere decir, aspirantes nuevos por miles no podrán iniciar estudios en enero de 2019, miles de millones de pesos se han perdido, dinero de nuestros impuestos, dilapidados, destruidos sin conmiseración, miles habrán aplazado un semestre más su graduación, etc.

    El movimiento ya tiene una duración de más de un mes y como era previsible ha caído en manos de líderes que han impuesto la lógica maximalista del “todo o nada”, en vez de hacerle caso a la voz de los rectores que los llaman a retornar a la normalidad en el entendido de que ya se obtuvo solución parcial a algunas de las necesidades presupuestales y se han creado espacios de concertación para avanzar hacia soluciones de fondo. El nefasto resultado ya se dejó sentir en seis universidades que cancelaron el semestre.

    Los maximalistas nos están demostrando que no basta la justeza y razonabilidad de la causa por una adecuada financiación de las universidades públicas, sino que dicha causa puede ser deslucida, mancillada y hasta negativizada por las posiciones a ultranza que a toda costa e irracionalmente pretenden obligar al presidente Duque a hacer lo que no le es permitido por cuanto mover recursos de un lado para otro requiere trámites complejos y el concurso de varias instancias de poder.

    Pero en este final anárquico, directivos como la rectora de la Universidad Nacional, Dolly Montoya, se ufanan de las “movilizaciones” como factor de presión, les asignan un poder adanista e insisten en reiterar su apoyo al movimiento como se puede leer en apartes de uno de sus comunicados: “Gracias a estas movilizaciones, hoy podemos decir que se han logrado acuerdos y espacios de diálogo y discusión… En este sentido, expreso mi total compromiso con la construcción de una política de Estado para la educación superior y la búsqueda conjunta de soluciones a la crisis, aportando en propuestas y apoyando la movilización y el diálogo.”

    La mano ancha de las directivas con dineros públicos llegó al punto de apoyar a los dirigentes en sus desplazamientos, asambleas y reuniones de activistas y delegados.

    Como ocurre casi siempre, este tipo de movimientos terminan convertidos en teatro experimental de la revolución, en exhibiciones de fuerza, en torneos de repetitivas retóricas, en donde sobresalen docentes eternizados en la dirección de sus gremios y sindicatos gracias en buena medida a asambleas de raquítica asistencia, y donde no faltan los que en su activismo y beligerancia de pose enmascaran su mediocridad o sus incumplimientos como profesores que al cabo de 15 0 16 años de cursar estudios de doctorado con financiación, descargas, permisos y prórrogas oficiales no han presentado su título y se hacen nombrar representantes para negociar con el alto gobierno.

    Minorías beligerantes y radicales de jóvenes adoctrinados a tempranas edades manipuladas por hábiles cuadros de estructuras orgánicas que no dan la cara, pero están detrás avivando la llama de la revolución, contribuyen, quizás sin ser conscientes, a la disolución de los denominados por el filósofo marxista francés Louis Althusser, aparatos ideológicos de dominación de clase entre los cuales el educativo es de primordial importancia.

    Darío Acevedo Carmona, 5 de noviembre de 2018